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LOS TRADICIONALES CARRITOS ESCULTÓRICOS EN CELAYA

LOS TRADICIONALES CARRITOS ESCULTÓRICOS EN CELAYA

Hist. Guillermo González Mancera
Investigador, Crónica Municipal del Celaya


Los tradicionales carritos escultóricos forman parte de los festejos decembrinos relacionados con la celebración religiosa de la Navidad, los cuales tienen su antecedente conocido más remoto en las primeras décadas del siglo XIX, sin embargo es probable que hayan tenido su génesis durante el siglo XVIII. Al ser la población de Celaya una sociedad con una fuerte tradición católica heredada por los españoles, mantuvo con perseverancia la línea conmemorativa de las festividades religiosas de todo el año, esto mediante el esfuerzo conjunto entre la sociedad civil y eclesiástica logrando llevar a cabo los pormenores de las solemnidades.
Siendo la Navidad una de las celebraciones más emblemáticas para los feligreses, la población celayense imprimió su sello particular que se vio reflejado en la elaboración de los famosos carritos escultóricos. Sin embargo, es importante mencionar que dicha práctica no era la única que la población realizaba en torno a los festejos decembrinos en la ciudad, pues existían incluso algunas otras que se efectuaban mucho tiempo antes de la existencia de los famosos carritos alegóricos, prácticas genéricas que hasta la fecha se realizan en la mayoría de las poblaciones de tradición católica, tales como las posadas.
Una vez que daban inicio las fiestas decembrinas, era común encontrar por las calles, procesiones que entonaban los Santos Peregrinos, iluminando su camino con velitas de colores y realizando estallidos de fuegos pirotécnicos. Poco a poco, las festividades navideñas se fueron arraigando profundamente en la sociedad celayense, comenzándose a ver con mayor intensidad a inicios del siglo XIX; muestra de ello, fueron las corridas de toros en las que la población se agitaba durante los diez días que duraban las novilladas. La temporada se vislumbraba como un espectáculo magno, que debía cerrar con la corrida de la “Noche Buena”, para la cual, se invitaba a los novilleros de mayor renombre. Éste espectáculo, era junto con los carros alegóricos, uno de los atractivos más importantes de las festividades decembrinas, continuando así por varias décadas.
Si bien no existía una feria navideña como tal, se improvisaba una especie de “aldea” en las calles adyacentes de la Plaza Principal, de manera que la población celayense, así como personas de otras ciudades, se daban cita en este espacio para disfrutar de las diferentes atracciones, como juegos de cartas, apuestas, música, puestos de enchiladas, de fiambre, buñuelos y tamales, así como también de las rifas y las loterías.

Sería en la década de los cuarenta del siglo XIX, cuando el Padre franciscano Fray Mariano Sánchez decidió restaurar en la población el desfile de los carritos alegóricos, mismos que por varias décadas representaron una de las tradiciones más importantes de la ciudad. Es en este sentido, es importante resaltar que no fue en este periodo cuando surgieron las primeras manifestaciones de carros escultóricos, pues existe el testimonio del viajero italiano Giacomo Constantino Beltrami, quien en su paso por Celaya en 1824, expone la manera en que se realizaban las fiestas decembrinas, mencionando el tránsito de los carros alegóricos que iban transportados por mulas.
Este viajero se dirigía de lo que hoy es Apaseo el Grande hacia el norte del continente americano, sin embargo, por causa de una enfermedad tuvo que quedarse unos días en la ciudad de Celaya, coincidiendo con las fechas de las festividades decembrinas, las cuales describe como como un espectáculo grotesco y cómico, burdo y sensual, majestuoso y trágico:
“Aquí, la Noche Buena es una gran fiesta… Una procesión solemne, de noche, figura todos los misterios al natural; quiero decir por medio de hombres y de mujeres, quienes ejecutan cada uno su papel según la tradición. Cada pieza es representada sobre un gran carro, jalado por cuatro mulas. Los carros están en número de veinticuatro, ya que además de los quince misterios, hay una representación del Tiempo, del Paraíso Terrenal, del Arca de Noé, del Arca del Testamento, del Apocalipsis, de la Fuente de la Gracia, de la Decapitación de San Juan Bautista, del Jordán, y del Triunfo de la Gracia. Es un espectáculo verdaderamente único en su género".   
El viajero dejó plasmado en sus escritos, el realismo con el que se llevaban a cabo las alegorías de los carritos, detallando cómo en uno de los que se representaba “la disputa con los doctores de la Ley”, el jovencito que personificaba al niño Dios, lleno de gracia y vivacidad, golpeó realmente con un gran libro en la cabeza a los actores de los viejos doctores. De igual manera, explica cómo en el carro que representaba a "Adán y Eva", “iba una pareja de jóvenes hermosos, casi en cueros, moviéndose y suspirando tal si hubiesen sido creados el uno para el otro.”  
En la representación de la “crucifixión”, le impacta el hecho de que se utilizara una vejiga llena de sangre real para realizar la escena del golpe de lanza sobre el actor de Jesús, quien descansaba sobre la cruz por medio de un apoyo. El entonces joven Longinos Núñez, fue el encargado de penetrar con su lanza la bolsa de sangre colocada a un costado del actor que personificaba al salvador para dotarle de mayor realismo. Interesante es cómo desde pequeño Longinos Núñez, discípulo del Arquitecto Tresguerras, mostró su participación en esta manifestación popular, pues años más tarde, él elaboraría algunos de los carros escultóricos, y sería posteriormente, a quien se le encomendaría la organización del evento.  
            Eran los habitantes de los barrios de la ciudad, quienes se encargaban de la elaboración de los tradicionales carros alegóricos, esforzándose profundamente en decorar las calles y fabricar las esculturas que adornaban sus carritos; incluso afamados escultores de la ciudad (como el caso de Longinos Núñez) realizaban junto a los artesanos de los barrios, las figuras que ornamentaban los carros, resultando verdaderas obras de arte en talla de madera y pasta.  
Como parte importante e integral de estos vehículos navideños, estaban las alegorías representadas también por las mismas personas de los barrios, siendo las familias, con el apoyo del cuerpo municipal, quienes confeccionaban los disfraces de los niños que interpretarían algún personaje, logrando que los infantes lo caracterizaran con orgullo y entusiasmo durante la simbólica procesión. De igual manera, como parte complementaria, los integrantes de los carritos iban entonando canciones propias del momento, dotando al recorrido de mayor presencia. 

La inexistencia de cableado eléctrico, permitió que los primeros carros alegóricos fueron de gran altura, de modo que entre más alto era el carro, mayor resultaba su apreciación. Abigaíl Carreño menciona en “sucedidos y cuentos de Celaya” un lamentable suceso ocurrido en 1878, estando como presidente de las fiestas navideñas el escultor celayense Longinos Núñez, quien invitó, como en todas las demás ocasiones, a los mayordomos de los barrios a participar en la elaboración de los carritos bíblicos, incorporando al recién creado Barrio de Tierrablanca (1876). Estos nuevos vecinos crearon un gran carrito con la intención que fuera más alto y grande que los demás, colocando una gran estructura en forma de mundo y sobre esta, un soporte especial donde se encontraba una pequeña de once años caracterizando a la virgen escasamente abrigada. El frío y la altura en la que se encontraba la “virgencita”, provocaron una hipotermia que causó su fallecimiento. La altura, el ruido y la manera en la que estaba sujetada, impidieron que la gente pudiera percatarse de sus condiciones, hasta que una pareja que estaba en el balcón del Mesón de Guadalupe, dio aviso de la situación de la niña de once años.
Se tomarían medidas para evitar que dicho acontecimiento se repitiera y paulatinamente, la procesión llegó a tomar tanta importancia, que algunas veces el número de carros participantes fue de treinta, estando siempre manifiestas según la memoria colectiva, las representaciones de "El Paraíso", "La Ciudad de Sión", "La Cabaña", "La Fuente de la Gracia", "La Torre de David", "La Estrella de los Mares", "La Casita de la Virgen", “Los Reyes Magos” y "El Nacimiento". 
            Después del desfile, la multitud se congregaba en la Plaza Principal, o en los portales que la rodean, para ver los “castillos" y fuegos artificiales. Permanecían en las calles aledañas para disfrutar de todo tipo de entretenimientos, entre los que destacaban por su popularidad: las danzas, los espectáculos circenses, las funciones de comedia, las peleas de gallos y otros juegos de azar.      
Así transcurrieron los primeros años desde que se reinstauró el desfile de carritos navideños. Abigail Carreño expone en sus “Recuerdos” que después de la muerte de Longinos Núñez, los señores Jesús Flores y José Hernández, se dieron a la tarea de continuar con la tradición, tomando posteriormente la batuta el señor Rosendo Barrón. De manera que cada año, estos personajes y los vecinos entusiastas ayudaban a los sacerdotes a organizar estas jornadas hasta que, en el periodo presidencial del Lic. Luis I. Rodríguez, se propuso imponer un sello de modernidad a las fiestas decembrinas. Entonces, se acordó que en cada carro se reflejara la vida artesanal e industrial de nuestra ciudad; sin embargo, las escenas cotidianas no gustaron a la población, ya que en las crónicas de la época, se relata que encontraban faltas de gracia dichas escenas donde se apreciaban hombres trabajando en un telar o a los que movían una enorme pala de madera, simulando hacer “cajeta”.  No obstante, se continuó llevando a cabo el recorrido de los coches alegóricos, pero retomando nuevamente el principio religioso que les dio origen.
Indudablemente, este tipo de manifestaciones son el reflejo de la identidad cultural del municipio, las cuales permiten percibir elementos socioculturales que son característicos de una época y que forman parte del escenario vinculado a sucesos de la vida cotidiana de los hombres, por lo que es de vital importancia mantenerlas latentes en la memoria colectiva de los celayenses.  

Para saber más:
Carreño de Maldonado, Abigail. Celaya de Siempre…, Celaya, Gto., Impresos Comerciales, 1998.
Carreño de Maldonado, Abigail. Imagen de Celaya, recopilación histórica. Querétaro, Qro., Talleres de Imprecolor Industrial, S.A., 1992.
Carreño de Maldonado, Abigail. Recuerdos, Editorial Seri Print, Celaya, Guanajuato, 2002.
Carreño de Maldonado, Abigail. Sucedidos y Cuentos de Celaya, 1996.
Glantz Margo, (selección, traducción e introducción) Viajes en México. Crónicas extranjeras, SEP 80, FCE, México, 1982, t. 1, pp. 290-292.

Velasco y Mendoza, Luis. Historia de la ciudad de Celaya, Tomo III - IV. México, D.F., Impresiones “Manuel León Sánchez”, 1948. 

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