Don Ignacio de Allende y Unzaga
Por: Luis Felipe Rodríguez
Este miércoles 25 de enero se
cumplen 248 de que fue bautizado el héroe epónimo de San Miguel don Ignacio de
Allende. La partida de bautismo dice:
“En
el año de el S. de mil setesientos Sesenta y Nuebe en veinte y sinco días de el
mes de Henero Yo el Rdo. Pe. f. Santiago Sisneros licencia Parrochi bautise
Solemnemente puse Oleo y Chrisma a un Ynfante de quatro días nasido á qn. puse
pr nombre YGO. JPH. DE JESUS PEDRO REGALADO. hijo lexmo de dn. Domingo Narciso
de Allendi, y de da. Maria Anna Unsaga ambos Españoles de esta Villa fueron sus
padrinos Dn. Manuel Menchaca y Da. Rosalia Peredo quien saben su obligacion y
cognacion, y lo firme con el S. Cura Juan Manl de Villegas. (Rubrica.) Fr. Santiago
Cisneros. (Rúbrica.)”
Inserto ahora la opinión de la
Dra. Guadalupe Jiménez Codinach expresada en un fragmento de una conferencia titulada:
“Memorias de una villa rebelde: San Miguel el Grande en la Independencia de
Nueva España”, dice:
La memoria colectiva suele
engañarnos, particularmente cuando el tiempo ha transcurrido y las voces de los
actores de los lechos han callado. Es el caso de lo ocurrido respecto al papel
jugado por la Villa de San Miguel el Grande en el proceso emancipador de la
Nueva España. La mayoría de los libros de historia nos relata el inicio de la
lucha por la independencia como un suceso que surge de improviso en un pueblo
del Bajío: Dolores.
Varios autores señalan como jefe
nato de la insurrección a don Miguel Hidalgo y Costilla, cura de Dolores, y,
sin embargo, el análisis de los testimonios que nos han llegado hasta hoy,
contradice tales asertos. Don Rafael Bracho, quien presencio los procesos
instruidos a los principales caudillos de la insurrección, dictaminó después de
comparar las declaraciones de los reos. “que Allende fue el primer movedor de
la revolución. Para José María Liceaga, historiador guanajuatense contemporáneo
de Hidalgo, estos equívocos surgieron desde el comienzo mismo de la
insurrección, y se generalizaron en la nación debido a que el resto de los
habitantes no conocían los antecedentes ni los trabajos emprendidos por los sanmiguelenses,
con Ignacio Allende a la cabeza, para iniciar la rebelión.
Un testigo presencial de los
lechos ocurridos el 16 de septiembre de 1810 fue fray Simón de la Mora,
franciscano del convento de Santa Cruz de Querétaro, quien se encontraba
alojado en el convento de su orden en San Miguel el Grande. Oigamos su relato:
Hayábame
yo en la villa de San Miguel el Grande (de paso para las misiones de Sonora a
donde me destinaba la obediencia) el mismo día 6 del pasado septiembre en que
dio principio la cruel insurrección, fui testigo de los horrores que en aquella
villa se cometieron y me vi en peligro de ser aprehendido con los demás
ultramarinos hasta que despues de haber estado oculto unos quince días en casa
de unos bienhechores, pude escaparme y agregarme al ejercito del mando del
Señor comandante Callejas (sic)… Lo que más sorprendió a fray Simón fue
la actitud rebelde de los sanmiguelenses.
“Yo no vi –afirma- ora cosa en los días que estuve en San Miguel sino contribuir
cada uno según pudo al fomento de la insurrección. A excepción de la familia de
los europeos (hablo de las mujeres porque los hijos de los europeos fueron los
peores), los inocentes párvulos y algunos sacerdotes timoratos que deplorarían
en su interior tantos males, los demás fueron todos insurgentes. Y esto en una
villa que pasará de las 12 mil almas. Hasta las mujeres se olvidaron de la
natural piedad de su sexo y se llenaron de furor de la insurrección”.
El relato de este franciscano
señala varios hechos: 1º.) El fervor revolucionario de la villa de San Miguel;
2º.) La participación entusiasta de la mayoría de su clero y 30.) El
sentimiento ´popular en fervor de la insurrección a pesar de que para el 25 de
octubre de 1810, las fuerzas virreinales habían reconquistado San Miguel. ¿De
dónde vino esa rebeldía, ese espíritu combativo a una villa tranquila y
próspera, una de las joyas más preciadas del Bajío virreinal?
Allende estuvo en San Luis Potosí
con una compañía de su regimiento a las órdenes del coronel Félix María Calleja
para perseguir a los contrabandistas y aventureros que procedían de los Estados
Unidos. El año de 1806 concurrió con todo el Regimiento de Dragones de la
Reina, bajo el mando de su amigo, el coronel Narciso de la Fanal, a Perote y a
Jalapa. Ahí conoció y fue distinguido por el virrey José de Iturrigaray.
Disuelto el cantón de Jalapa, a raíz de la prisión del virrey por un grupo de
españoles europeos y sus dependientes, los jóvenes militares americanos se
indignaron enormemente y regresaron a sus respectivas provincias deseosos de
promover la independencia de su patria. Se cuenta que Allende volvió a San
Miguel decidido a luchar por la emancipación y como era muy popular en su villa
natal, pronto reunió a un grupo de vecinos de las familias principales y los animó
a comprometerse a promover la independencia.
Vale la pena recordar que la
revolución de 1810 surge después de una época de auge económico y cultural en
que los novohispanos guardaron expectativas de una mejor vida, para enfrentarse
a una realidad deprimente: bajos salarios, alza de precios constante, mayores
restricciones políticas, malas cosechas, en 1785, 1809 y 1810 sequías y heladas
tempranas, ineficacia burocrática e inestabilidad social debido a la creciente
desigualdad entre pobres y ricos. Los factores se acumularon para hacer posible
un estallido.
Felipe González, miembro muy considerado de la junta secreta; estimado particularmente por Ignacio de Allende, quien le tenía mucha confianza. Se cuenta que fue el quien propuso” que se buscara un eclesiástico de luces, probidad y reputación, que sonase el pronunciamiento y llevase la voz en público para que no se objetara el proyecto libertador como irreligioso e ilícito. . Allende propuso a don Miguel Hidalgo porque además de ser sacerdote era cura párroco se le tenía como sabio y contaba con buenas relaciones en Guanajuato y Valladolid.
¿Que proyectaban los conjurados
de Querétaro y San Miguel? No ha quedado claro el grado de maduración de sus
planes y solo se sabe que pretendían establecer juntas revolucionarias en los centros
vitales del país. El gobierno novohispano quedaría en manos de una junta de
Representantes de Provincia que gobernaría a nombre de Fernando VII.
Hidalgo declaro en 1811 que “aunque había tenido varias conversaciones
con Allende acerca de la independencia, eran de puro discurso y sin pensar
nunca en entrar en proyecto alguno, a diferencia de Allende que siempre estaba
propenso a hacer…”
La villa de San Miguel pagó caro
su rebeldía y su amor por la libertad. Como señala Francisco de la Maza, la
población quedó en el abandono “pues los
españoles, vida del comercio no estaban; los criollos, alegres y bullangueros…
andaban en la guerra; las industrias se paralizaron, el comercio apenas existía
y la pobreza se apoderó de la villa por primera vez en su historia, su heroísmo
la llevo a la miseria y la independencia, que le dio la gloria, le quito sus
antiguos esplendores”.
Sería hasta el siglo XX en que la ciudad, otrora
prospera y rica, se convirtiera en un centro de atracción turística y cultural.
Toca a los sanmiguelenses actuales hacer que se conozcan los heroicos hechos
protagonizados por su Hijo Predilecto: Gralísimo: don Ignacio de Allende, y a
los mexicanos en general, conocer el lugar donde se fraguó la independencia, conservarla
en su belleza, reparar el daño de casi dos siglos y volverla a su antigua
vitalidad.
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