Noticias

CHAMACUERO EN LA ÉPOCA PREHISPÁNICA Parte 1 de 2

Basamento Piramidal en el municipio de Comonfort, horizonte Preclásico





Por David Manuel Carracedo, Cronista Oficial del Municipio de Comonfort

Por alguna razón, se tiene la idea de que la historia de estas regiones se inicia con la llegada de los colonizadores españoles, como si antes de redactar la cédula de fundación todo hubiera sido flora y fauna, acrecentada por la presencia de grupos indígenas de pocos individuos y escasísimo desarrollo cultural.
Nada más falso, la presencia de grupos humanos, de notable evolución cultural, es tan antigua en este sitio como en la mayor parte de la región conocida como Mesoamérica. Lamentablemente, apenas hace unos veinte años que se realizan estudios al respecto.
Todavía hoy, hablar de la existencia de una zona arqueológica en nuestro estado sorprende a muchos, como si rompiéramos un paradigma muy añejo.
Así que para hablar de los orígenes de nuestro municipio tenemos que empezar muchos años atrás. Los vestigios arqueológicos de todo nuestro continente descartan la posibilidad de que el hombre sea originario de América.
Aunque para explicar el poblamiento de nuestro continente aún se debaten teorías antagónicas, la más aceptada nos habla de migraciones desde el continente asiático a través de los puentes terrestres que la glaciación provocó en el estrecho de Bering
Hay indicios de migraciones hace 30,000 años,  sin embargo las mayores migraciones ocurrieron hace 14,000 años. Los grupos que llegaron a América continuaron su desarrollo cultural y biológico de manera independiente a los que permanecieron en el viejo mundo.
A los periodos anteriores a la aparición de las primeras civilizaciones americanas se les llama Cenolítio Superior y Protoneolítico y van del 7,000 a.c. al 2,500 a.c.
Aunque no existen vestigios en el municipio—ni en el Estado de Guanajuato—, se considera que esta región, del 7,000 a.c. al 2,500 a.c. estuvo habitada por “grupos que recorrían los lugares de acuerdo a los recursos que, cíclicamente, podían obtener de ellos de acuerdo a la época del año”.
Estos grupos fueron cediendo su lugar a poblaciones agrícolas y sedentarias a partir del 2,500 a.c. que fueron la base de las culturas prehispánicas que florecieron en toda la región.
Conviene mencionar los siguientes antecedentes para mayor comprensión del desarrollo de las culturas indígenas en nuestro municipio.

1. —El estudio de las culturas prehispánicas de nuestro país se divide en tres grandes horizontes culturales (o periodos):
 el Preclásico o Formativo (800 a.c. a 100 d.c.),
 el Clásico (100 a 900 d.c.)
 y el Posclásico (900 d.c. a 1519).
Cada uno de estos horizontes fue testigo del desarrollo de varias culturas, por lo que las fechas pueden variar, dependiendo de la cultura en estudio.
2. — En muchos trabajos de arqueología guanajuatense se menciona el sitio Morales ubicando en el municipio de Comonfort. Aunque la hacienda de Morales es encuentra a dos kilómetros del sitio, localizado en la comunidad de Orduña, cuando el profesor Plácido Santana acudió al INAH a denunciar esta zona en 1977, el mapa que tenían las autoridades sólo mostraba un punto cercano a la zona, identificado en el mapa como Morales.
3. — La cultura Chupícuaro se desarrolló en la cuenca del río Lerma del 650 a.c. al 200 d.c., en una región cercana a la ciudad de Acámbaro. Esta cultura es el referente obligado de la historia prehispánica de Guanajuato.

El aspecto físico de nuestro municipio era muy diferente al que hoy conocemos, había una humedad mucho mayor en contraste con el paisaje que va de la aridez a las lluvias estacionales de nuestros días.

En la época prehispánica las zonas altas estaban cubiertas de robles y no había pinos, en los terrenos planos y las laderas bajas había bosque de mezquite extradesierto.  El entorno se caracterizaba por la presencia de pequeños lagos y abundantes ciénagas, ello propició una gran diversidad de especies animales y vegetales, lo que redundó en condiciones óptimas para el poblamiento y el desarrollo social.
La agricultura de humedal debió ser la fuente principal de alimentos.  Los cuerpos de agua –ciénagas, lagos, arroyos y ríos— contribuían como fuente de alimento por la abundancia de peces y aves; estos cuerpos también proveían de fibras utilizadas –aún hoy— en la cestería.
Esta situación puede explicar por qué la gran mayoría de los sitios arqueológicos del estado se encuentran por encima de los 1,800 metros sobre el nivel del mar.
Durante muchos años el referente obligado del pasado prehispánico en esta región fue la cultura Chupícuaro. Concretamente a raíz de las investigaciones de Porter en 1956  , de hecho, casi todo lo que conocemos sobre Chupícuaro está basado en su cerámica . Desde las primeras investigaciones el material cerámico de esta cultura ha sido comparado con la cerámica de muchas otras zonas de Mesoamérica, encontrándose similitudes con al menos una cuarentena de sitios.  Estas similitudes permiten valorar la importancia que esta cultura tuvo en relación con sus culturas contemporáneas, ya sea por un intercambio cultural o por relaciones de dominación y control.
Se consideran tres fases de desarrollo en Chupícuaro:

La Fase Chupícuaro temprano (650 a 400 a.c.)
La fase Chupícuaro reciente (400 a 150 a.c.)
La fase Mixtlán (150 a.c. al 200 d.c.)

No existen vestigios de ocupación precerámica, lo que apunta a una colonización de la zona, más que a un desarrollo autóctono a partir de un sustrato de población arcaica.  Las evidencias sugieren que su origen son migraciones provenientes del occidente en el inicio del preclásico tardío.
Hoy en día se propone que Chupícuaro y la región circundante representan una unidad político-territorial de gran importancia que fue base de desarrollos posteriores.
Lo anterior nos permite percatarnos de la importancia que, a nivel mesoamericano, tuvo la cultura Chupícuaro, sobre todo en el horizonte Preclásico y cuando menciono este periodo me asombra percatarme de que son más de 2,000 años de antigüedad. Y lo remarco porque en nuestro municipio existen tres zonas arqueológicas denunciadas ante el INAH y una enorme cantidad de vestigios que, en honor a la verdad, más conviene que permanezcan ocultos y desconocidos.
Las tres zonas a que hago referencia son Madre Vieja, que tiene un lamentable estado de destrucción, Los Remedios y Morales, esta última considerada por algunos autores como una ocupación tan significativa como Chupícuaro.
En esta última, Beatriz Braniff realizó excavaciones en 1965, aunque presentó las conclusiones en 1998 y 1999 con dos volúmenes sobre el tema, mucho antes dio a conocer información al respecto en diferentes trabajos previos. En este material la autora concluye, entre otras cosas, que la zona arqueológica de Morales estuvo poblada desde el año 300 a.c. según los vestigios arqueológicos más antiguos del lugar.
Para mí es sumamente significativo constatar que nuestra región fue poblada y tuvo un desarrollo cultural importante desde el preclásico pues ello no sólo desmiente, de manera abrumadora ,la idea de que la historia de nuestro municipio comenzó con la llegada de los españoles sino también la idea de que sus vestigios son recientes y provienen de pueblos escasamente civilizados.
Braniff denomina “Fase Morales” a la etapa más antigua estudiada en la zona del mismo nombre y concluye que existen muchas similitudes con la cultura Chupícuaro, como las formas de diferentes vasijas; también encuentra formas y decoraciones que no se encuentran en Chupícuaro y viceversa por lo que concluye que los materiales Chupícuaro fueron reinterpretados en lugares y tiempos diferentes.
Nosotros entendemos que la cultura que habitó nuestra región en el preclásico pudo haber llegado de Chupícuaro o haber sostenido una relación de tipo comercial con esta cultura. Esta podría considerarse como una primera etapa, coincidente con el periodo Preclásico, la siguiente etapa es coincidente con el periodo clásico.
La fase Morales va de 300-100 a.c. y tiene dos tipos fundamentales de materiales cerámicos: Morales rojo sobre bayo y Morales gris bruñido. Las formas del primero son: Tecomates, ollas con cuellos y bordes cortos, cántaros, botellones con cuellos largos; la decoración es a base de líneas horizontales o bandas con ondas o triángulos, líneas y grecas geométricas. Las formas del segundo tipo son platos, escudillas, tecomates, ollas, botellones, vasos “calderos”, ollas con largos soportes, escudillas trípodes. La decoración en platos y escudillas es muy característica, se trata de protuberancias o hendiduras sobre el borde; los diseños del interior son esgrafiados, grecas de líneas rectas y quebradas.

No hay comentarios.