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Fotos antiguas

Por: Luis Felipe Rodríguez


A mí me gusta, quizás como a muchas personas, observar las fotografías antiguas porque empiezo a descubrir detalles que no conocía o ni siquiera imaginaba, los nombres de los negocios, la forma de vestir de las personas, en fin, los cambios todos del San Miguel que no me tocó vivir. Quisiera saber quién y cuándo las tomaron. No quiero decir con esto que me hubiera gustado vivir en aquel tiempo, no; pero si disfruto imaginar cómo fue la vida de entonces, la tranquilidad de un pequeño pueblo donde todos se conocían, donde de todos se sabe todo y, quizás entonces ya no es tan tranquilo, por aquello de que “…en pueblo chico, infierno grande”.
En los libros o revistas que han llegado hasta nosotros vemos muchas que tienen la firma del que las tomó (Maldonado, Soto, etc.), en otras ocasiones encontramos un número (que nos hace suponer que quien las hizo tenía una colección y cierto orden, y la mayoría que no tienen nada. Esto último no es totalmente confiable pues con la tecnología actual, se digitaliza y en la computadora se le hacen los arreglos a modificaciones que queremos, desde “restaurar” posibles daños que presenten, colorearlas, agregar o quitar personas, elementos  o… eliminar la firma o clave que usó su autor. “Aiga sido como aiga sido” quisiera en esta oportunidad comentar algo sobre los orígenes de la fotografía en nuestro San Miguel. 
La fotografía nace en el siglo XIX con los experimentos emprendidos por Nicéphore Niépce, a quien Louis Daguerre se unió en diciembre de 1829. Además de imágenes que necesariamente son de esa centuria de personajes desconocidos, sí sabemos los nombres de algunos artistas de la cámara del siglo pasado. Un excelente fotógrafo que dejó varias muestras de su arte en libros o en trabajos personales que dan cuenta de su buena técnica: Manuel Maldonado, tapatío. A juicio del Lic. Ignacio Reyes Retana fue un fotógrafo de época y, sin duda, el mejor del pueblo, y agrega: “…ha hecho las mejores postales que puedan imaginarse de San Miguel de Allende, que nos han servido para ver los contrastes útiles para escribir historias (…) también hay que decir que la fama de su informalidad era notoria porque algunos contaban que cuando fueron a recoger las fotos de su boda, habían pasado años, tantos, que sus hijos ya iban a la primaria”. Antes de regresar a Guadalajara casó con una hija de don Pancho García por lo que de vez en vez siguió regresando a San Miguel.
El primer laboratorio fotográfico fue el de don Federico Martínez que llamó “Daguerre” en la esquina de Plaza Principal y calle del Reloj. En sus inicios el arte de la fotografía era un misterio dominado por muy pocos y éstos se anunciaban previamente y días después visitaban temporalmente las ciudades. En una ocasión al pasar uno de ellos el joven Arturo Suárez García hijo de un comerciante muy conocido entonces, don Victoriano Suárez Rangel que tuvo su tienda “La Esmeralda” en la calle de Juárez, frente a San Francisco, se hizo un par de retratos y quedó tan impresionado del proceso que realizaba el fotógrafo que le pidió que lo iniciara en los misterios de la fotografía; aquél accedió. Proceso apasionante pero no fácil pues entonces había que conocer el funcionamiento de cámaras y lentes pero, además, la preparación de las placas para hacer los negativos y despues la impresión que era una parte fundamental por el manejo de químicos y tiempos de exposición en el cuarto oscuro.
Se casó con la Srita. Antonia Oliden Loredo en 1934 con quien procreó una numerosa familia. En Cuando el Dr. Felipe Cossío del Pomar y don Enrique Fernández Martínez reinician la empresa de Bellas Artes, ahora en el Instituto “Allende” don Arturo fue el maestro de la clase de fotografía lo que le permitió estar al corriente de las nuevas cámaras de la industria fotográfica. Por supuesto también le permitió estar en contacto con grandes fotógrafos como la Sra. Reva Brooks, esposa del gran músico Leonard Brooks.
Hijo de comerciante dio sus primeros pasos en este giro rentando el ex colegio salesiano. Cuando se inició el proyecto del Instituto “Allende” fue necesario adquirir la deteriorada finca solariega de los señores de la Canal, su restauración no fue corta por lo que, temporalmente, les facilito dicho espacio por lo que el Instituto estuvo funcionando en el edificio de San Francisco de Sales. Don Arturo continuó como maestro de fotografía en esa institución por muchos años en los que acumulo una colección fotográfica muy significativa, tanto en calidad como en la cantidad. Fue siempre, de facto, el fotógrafo oficial del Instituto “Allende”, encargado de tomar fotos de eventos llevados a cabo ahí, como exposiciones de arte, visitas de huéspedes distinguidos como Rita Hayworth, el famoso poeta chileno Pablo Neruda que estuvo en San Miguel invitado por el Dr. Cossío del Pomar y su esposa la Sra. Estrella, tomó fotografías una de las pinturas cósmicas de don Rufino Tamayo que realizó en el Instituto.
Puso una tienda en la calle de Mesones que se llamó “La Casa del Pueblo” en donde vendía de todo y, por supuesto, artículos fotográficos. Este negocio estuvo en Mesones frente a la calle de Colegio y años más tarde en la misma calle pero en la bocacalle de Juárez. Por cuatro décadas fue el distribuidor de Kodak.
De San Felipe llegó Agustín Valadez Estrada quien nació en aquella ciudad. Fruto de aquella sociedad recatada sintió muy pequeño el llamado a servir como sacerdote por lo que fue inscrito en el Seminario Diocesano de León pero los años álgidos de la revolución le impidieron seguir su formación por lo que buscó trabajo con un familiar de uno de los compañeros del seminario quien tenía un estudio fotográfico. Mucho era el trabajo que había y fue destinado a aprender en los varios pasos del proceso de la fotografía. Aquello le permitió conocer todo y especializarse en el retocado.
Siguió trabajando en ese lugar pero en uno de las visitas que hizo a sus padres en San Felipe conoció y se enamoró de su esposa a la que desposó en aquella ciudad. Su apego hacia la vida morigerada nunca le abandonó y en una ocasión viendo un mitin que se llevaba a cabo no pudo contenerse y subiéndose a una pequeña barda que había gritó: ¡Viva Cristo Rey! Lo que ofendió a los participantes de aquella reunión por la que tuvo que salir por piernas.
Había conocido, por cuestiones laborales, a otro joven de San Miguel de Allende: Arturo Suárez García quien decidió apoyarlo para que saliera de San Felipe así que disfrazado de indígena salió de su escondite y se fue para la fiesta de La Quemada, aunque el destino real fue la ciudad de México. Aquel monstruo de cien cabezas no le iba a hacer la vida fácil por lo que encontró trabajo en el Hospital General como intendente. Su amigo Arturo lo convenció que en San Miguel tendría un trabajo más seguro pues estaba llegando gente extranjera y que podrían asociarse en lo relacionado a la fotografía. Se instalaron en un espacio que les consiguió en renta con don Pablo Álvarez dueño entonces de la hoy Casa Canal.
Ciertamente trabajo había y ambos se complementaban pero la distribución de los frutos no lo dejaban satisfecho pues ya a San Miguel llegó Agustín Valadez Zúñiga nacido en el entonces D.F. y la sociedad terminó. Se separó y fue a rentar una casa a la Srita Lupe Larrea (hermana del señor cura don Enrique Larrea) en Canal 42, surge entonces Foto: “Lux” donde vivió y trabajó hasta su muerte, 43 años después. A partir de entonces la vida le sonrió. Siguió retocando los trabajos de Arturo Suárez y Héctor Origel pues era una habilidad que siempre le distinguió.
Héctor Origel Murillo trabajaba como empleado en la tienda de don Victoriano Suárez y al platicar con un proveedor de don Federico Martínez, se interesó tanto que se aventuró a cambiar de giro y se fue metiendo en el apasionante mundo de la fotografía; a decir de su sobrina Violeta, fue su pasión, tanto, como la fiesta brava. Ella lo recuerda cuando hizo las adaptaciones necesarias para acondicionar el equipo que adquirió, en aquel local que está en los bajos de la casa de los Barroso, y la paciencia que tenía para esperar la luz suficiente para poder hacer las tomas que imaginaba y que, con la complicidad de su cámara, les daba vida; tanta que han llegado hasta nosotros aunque tristemente sin el crédito del autor ya que, como comenté antes, los adelantos tecnológicos permiten hacer las modificaciones que se quieren, entre otras el borrar la serie o clave que él les colocaba a sus imágenes y que vendía para los diferentes lugares en donde el turismo las buscaba.
Seguramente muchos lo recordamos subido en alguna mesa o silla afuera de su local tomando las placas en desfiles o en los diferentes eventos cuyos resultados despues los veíamos en la ventana de su tienda. Gracias a su paciencia y buen gusto podemos hoy conocer buena parte del San Miguel de los 50´s. Era también el proveedor de imágenes de santos y santas que eran muy demandados en peregrinaciones o festividades locales. El beneficio era para varios ya que muchos artesanos compraban aquellas estampas y después encañuelaban.
Tenía otro negocio de venta de artículos deportivos en la calle de San Francisco, local que le rentaba a don José Téllez el “Gordo”. Cuando le solicitaron el local de la casa de los señores Barroso se asoció con Agustín Valadez Zúñiga y mudó el laboratorio para la esquina de Correo y Recreo y de ahí se fue para el portal de Guadalupe en donde reunió ambos giros aunque para entonces ya había mucha más competencia. Finalmente tuvo, sin éxito, el expendio de la calle de Francisco González Bocanegra en la Colonia Guadalupe.
El proceso de entonces era mucho complicado pues después de tomada la imagen venía: rebelar, lavar, secar, retocar, puntear, en algunas ocasiones ampliar y hasta entonces imprimir. Y si fuera el caso, colorear. El retoque era el paso que ahora se hace con el programa Photoshop en donde se desaparecen algunas imperfecciones de la toma, pero al hacer este paso se pudiera llegar a invadir algunos espacios más y entonces había que puntear que es el regresar, con otra puntilla, lo que se había cubierto de más. Para colorear había que realizar un proceso un poco parecido a la técnica de la acuarela. Los insumos eran proporcionados por Kodak. Eran unas hojas impregnadas de diversos colores los que se diluían con agua y se aplicaban con el mismo cuidado de los otros pasos. Otro tipo de trabajo eran las transparencias las que se tenían que enviar a la ciudad de México y al paso de bastantes días se tenían de regreso. Don Carlitos González, gran artista, también iluminaba varias obras y luego las entregaba para su venta a diferentes lugares.
Si bien la fotografía vino a popularizar el trabajo que hacían los pintores en donde sólo las clases adineradas podían hacerse retratos. La fotografía coloreada marcó también una diferencia pues no cualquiera podía pagar la paciencia y habilidad de quienes hacían este tipo de trabajo. Si bien la fotografía a color aparece antes los fotógrafos locales empiezan a invertir en este tipo de trabajos hasta mediados del siglo pasado. Hoy en día vamos a un estudio nos toman la foto y nos la entregan en unos minutos. Si su fotografía está en mal estado es arreglada en muy poco tiempo pues el programa permite: poner, quitar, combinar, etc. etc.  Cosas veredes, amigo Sancho, (creo que esto todos lo hemos leído u oído pero siempre atribuido a los personajes de El Quijote, donde no aparece tal cita porque al parecer es de la obra del Cid Campeador. Pero, ¿qué significa realmente la expresión: cosas veredes? Con ella señalamos con perplejidad o sorpresa cosas que ocurren a nuestro alrededor, y por tanto, sería una expresión equivalente a ¡Lo que hay que ver!).

Los primeros fotógrafos que hubo en la ciudad: Manuel Maldonado, Arturo Suárez, Federico Martínez, Héctor Origel, Agustín Valadez y los del tiempo actual son muchos, pudiera decir que todo el que tenga un celular es un fotógrafo y videografo en potencia con la posibilidad de transmitir en vivo todo tipo de eventos; pero bien pudiera enumerar a: los del Sol del Bajío don Chava Hernández, el “Revo” Méndez, y José Ortiz Moya el “Negro”, desde luego a: Pascual González “Bucho”, el “Aéreo”, Ramón García “Monina”, Gustavo Carrillo, el “Cuchilla”, Luis Ceballos, los Hermanos Morales, Virgilio Galván y varios etc. más. Ellos han conseguido detener el tiempo y permitirnos conocer y disfrutar la belleza y paz de aquel San Miguel y sus habitantes.

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