EL CENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO EN LA CIUDAD DE CELAYA
EL CENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO
EN LA CIUDAD DE CELAYA
Estefanía Juárez Herrera
Área de Investigación
Museo de Celaya, Historia Regional
En el año de 1910, durante el
régimen del general Porfirio Díaz, México celebró con júbilo el Centenario del
inicio de la guerra de Independencia. El porfiriato ha sido una de las etapas
de la historia nacional más difíciles de valorar objetivamente, debido a que
Díaz es uno de los personajes más enigmáticos y
contrastantes. Es evidente que esta dificultad para comprenderlo íntegramente
surgió durante el siglo XX, una vez que la Revolución Mexicana había estallado,
convirtiéndolo en consecuencia, en un dictador mezquino, aseveraciones con
claros orígenes políticos y cautelosamente respaldados por la
historiografía.
El éxito de Porfirio Díaz y su régimen era
reconocido en el extranjero, gracias a que fue él quien tras un largo periodo
de inestabilidad, pacificó al país y mantuvo una relativa tranquilidad
caracterizada por el desarrollo de la infraestructura nacional; industria,
comercio y comunicación por lo que el régimen porfirista entró al siglo XX con
gran entusiasmo. Fue en este contexto, que el festejo del Centenario de la
Independencia Nacional cautivó al país entero. Es importante destacar que las
fiestas de la Independencia eran ya una tradición, debido a que desde el 14 de
septiembre de 1825, se instauró como una celebración oficial.
De acuerdo con el historiador sinaloense
José C. Valadés, para el común de los mexicanos, en la primera década del siglo
XX, el mes de septiembre era el tiempo de consuelo nacional y esperanza
mediante el desarrollo de organismos públicos e ideales populares que, a través
de cien años, le habían dado principios a la Republica. Por otro lado, el
régimen expresaba su convicción de impulsar un evento popular en tan dichosa
fiesta nacional, permitiéndose incluso la iniciativa de distintas clases
sociales; lo que a su vez, reflejaba interés por una celebración libre de
prejuicios religiosos o partidistas.
Cuando las fiestas del Centenario estaban
cerca, el régimen vislumbraba en estas su consolidación, por lo que comenzaron
a materializarse diversas obras de infraestructura que demostrarían a la
población, y al mundo entero, el progreso alcanzado. La celebración de la
Independencia no fue un asunto menor para el gobierno en todos sus niveles,
trataron de celebrar honrosamente el año del Centenario con la edificación de
obras monumentales a los héroes de la Independencia; sobre camellones y
glorietas ubicaron monumentos que remitían a un pasado glorioso, un presente
orgulloso y un futuro prometedor.
1910 ca. Torre Hidráulica de Celaya |
Entre los eventos destacan: la gran
apertura del manicomio general La Castañeda; la Nueva Escuela Normal para
Maestros; suntuosos desfiles de carros alegóricos por el también recién
re-inaugurado Paseo de la Reforma; la reinauguración de la Universidad Nacional
de México; el Ángel de la Independencia; la rehabilitación de la fachada del
Palacio Metropolitano y la presentación del proyecto en construcción del Teatro
Nacional -actual Bellas Artes-; el Palacio de Correos; el de Minería; de la
Secretaria de Comunicaciones y Obras –hoy MUNAL- y el Palacio Legislativo -actual
Monumento a la Revolución-, que en conjunto, complementaban la galanura y
esplendor que en el Centenario lució la “Ciudad de los Palacios”, vestida de
luces verdes, blancas y rojas que dieron vida a banderas, águilas y otros
personajes de la Independencia. El jueves 15, México despertó alborozado; las
banderas ondeaban en los mástiles más altos de la capital.
Por esos días, el Jefe Político de la
ciudad de Celaya, Perfecto I. Aranda, recibió de la capital de la República,
unas hojas de propaganda de la "Comisión Nacional del Centenario de la
Independencia" en las que se incitaba a los habitantes para que cooperasen
de manera efectiva en los festejos organizados en la ciudad de México para
celebrar los primeros cien años del Grito de la Libertad.
El
coronel Aranda, había nombrado comisiones que se encargarían de organizar las
fiestas en Celaya, mismas que apresuraban la conclusión de obras materiales
para inaugurarlas en el marco de la celebración. Se concluyeron dos escuelas,
una biblioteca y se rehabilitaron algunas calles y plazas. Desde el año de
1906, se había trasladado del jardín principal, a su actual ubicación, en la
Calzada Independencia, la Columna construida por el arquitecto Francisco
Eduardo Tresguerras, reestructurada desde el año de 1823, para conmemorar la
Independencia de México; convirtiéndose así, en la primera del país. En su
lugar, fue instalado un hermoso quiosco en el Jardín principal y se remplazó la
mayor parte del mobiliario urbano.
El ingeniero inglés Jorge Herbert,
introdujo en la ciudad, y algunas comunidades aledañas, uno de los símbolos más
emblemáticos del progreso: la electricidad. Además, se reforestaron los árboles
de la Alameda Hidalgo, y como era deseo del Gobernador Joaquín Obregón
González, se concluyó la obra del Mercado Morelos. Las fiestas del Centenario
de la Independencia en la ciudad, comenzaron oficialmente desde el día 6 de
septiembre, cuando los niños de todas las escuelas municipales, tanto oficiales
como particulares, hicieron la "Jura de la Bandera" en el paseo de la
Alameda; este espectáculo que no se había celebrado con anterioridad en Celaya,
por lo que tuvo efecto muy positivo en la ciudadanía.
El 14 de septiembre, la población organizó
una ceremonia en la plaza principal de la ciudad con fines altruistas,
repartieron ropa y juguetes a la población necesitada. Posteriormente, una
comitiva, se dirigió a inaugurar, en la avenida Morelos, unos baños muy bien
equipados que llevaban por nombre, precisamente "Centenario" y se
surtían de aguas termales; debido a que el pozo que había abierto el Coronel
Florencio Soria desde el año de 1869, se había agotado.
La ceremonia de “El Grito”, el 15 de
septiembre, en dicha ocasión se efectuó desde el balcón central del Mesón de
Guadalupe; lugar desde donde el cura Hidalgo arengó a sus tropas en la ciudad.
Ese mismo día por la mañana, se había inaugurado la estatua en bronce del
capitán Ignacio Allende, diseñada por el artista celayense, J. Refugio Padilla
y colocada a un costado del jardín de San Agustín. El día 16 de septiembre, el desfile cívico
que, como de costumbre, estaba formado por los alumnos de los planteles
educativos, los gremios de artes y oficios, la guarnición militar de la ciudad
y la comitiva oficial presidida por el Jefe Político, llegó hasta el jardín de
San Francisco para inaugurar oficialmente la Torre Hidráulica, popularmente
llamada "La Bola".
El tanque de la Torre Hidráulica fue
construido con capacidad de un millón de litros cúbicos que abastecerían el
agua potable en toda la ciudad. Pues pocos años antes, se habían escuchado
noticias sobre la casa alemana Shondube, una manufacturera de propietarios
alemanes que producía herramientas y toda clase de tornillería, debido a que
ésta había fabricado en su país, una estructura para dichos efectos y que era
ovacionada en Stuttgart, Alemania. Se contactó entonces al señor alemán Alfredo
Fink, quien había establecido su negocio de ferretería en esta ciudad para que
fungiera como el enlace directo con la casa Shondube. De hecho, aquella Torre
Hidráulica en Alemania, semejante a nuestra Bola del Agua, fue destruida
durante la Segunda Guerra Mundial, convirtiendo a la de los celayenses como
única demostración del progreso industrial en su tipo.
La Torre se inauguró con gran entusiasmo
debido a que era un gran distintivo de cultura y progreso en la época; pues se
pensaba que representaba, por un lado, la migración e intercambio cultural con
los extranjeros, y por otro, el progreso expresado en la tecnología; además,
dicha estructura hacia un especial énfasis en la higiene y salud pública
marcada especialmente como símbolo de la modernidad. El Gobierno del Estado
recibió tan complacido la obra que pidió al Municipio de Celaya que se
elaborara una maqueta para la Exposición de Higiene del Centenario.
En el jardín que la rodea fueron
reinstaladas las esculturas de personajes mitológicos que habían sido donadas
por el Presidente Porfirio Díaz a Celaya, y que se encontraban desde el siglo
XIX en el Jardín de la Constitución. Dichas piezas, representaban a Mercurio,
dios del comercio; Ceres, diosa de la agricultura; Minerva, diosa de la
sabiduría, y Pomona, diosa de los frutos, huertos y jardines. Finalmente, el
día 21, la temporada de fiestas que se organizaron para celebrar el Centenario
de la Independencia Nacional, concluyó con broche de oro, teniendo lugar la
honorable ceremonia que inauguró el monumento conmemorativo que se levantó en
honor de Hidalgo y de sus heroicos compañeros a un costado del templo de San
Antonio, donde fue organizado el Ejército Insurgente. (Primer
nota a pie de página)
Mientras tanto, en los últimos días de
septiembre, la séptima reelección del general Porfirio Díaz era un hecho
inexpugnable, pues la Cámara de Diputados ratificó su mandato para el periodo
del 1º de diciembre de 1910 al 30 de noviembre de 1916. Durante la toma de
posesión Díaz, subió la escalera de Palacio Nacional, y al llegar a la parte
superior, les comunicó que él personalmente se encargaría de la campaña
antimaderista desde el Castillo de Chapultepec y de los sublevados, y que si
por alguna razón llegaran a pasar los cinco mil efectivos, saldría a
combatirlos.
Esta situación se iba generalizando en
varios Estados de la República y Rafael Tovar la evoca con una carta del
ministro José Yves Limantour, dirigida al encargado del despacho de Hacienda,
Roberto Núñez referente a las fiestas del Centenario, cuando se encontraba en
Europa, ante los crecientes rumores de un levantamiento armado:
“No quiero hablar a Ud. de política en esta
carta.
¿Para qué…? Prefiero ocuparme de las otras
locuras que están haciendo por allá, como son las del Centenario, pues estas
siquiera no tienen más trascendencia que la pérdida de dinero que ocasionan,
que después de todo no nos causa ningún trastorno, si es que sólo se hacen por
una vez. Dirá Ud. Bien que esa locura me ha contagiado hasta aquí, pero la
verdad es que no tengo ni valor ni ganas para resistir los asaltos contra el
erario que por todas partes se han de estar llevando a cabo con furia, con los
estandartes de Hidalgo y de Morelos al frente. Diviértanse Uds. bien en
Septiembre, que Dios sabe si lloraremos en Noviembre o Diciembre.” (Segunda nota a pie de página)
En definitiva, los festejos del Centenario
de la Independencia Nacional, buscaban mostrar a México de forma internacional
a empresarios y hacendados como una nación moderna, progresista y de
estabilidad económica; caracteres que se habían alcanzado a través del esfuerzo
conjunto de tres décadas. No obstante, se vislumbró una perspectiva fragmentada
y donde únicamente era exaltado el poder del régimen a través de lujos y
despilfarro. El programa se había preparado desde 1907 “y en verdad estuvo bien organizado; aunque un poco a la mexicana, fue
apabullante y con demasiados platos fuertes, como para mostrar al mundo, sin
refutación posible, nuestra pujanza en todos los órdenes”. A pesar de esto,
dicha celebración se convirtió en una ceremonia de vital importancia para la
construcción de la imagen que se conformó de la Patria en las décadas
posteriores; debido a que es precisamente en estas celebraciones, donde el
pueblo, en su gran mayoría analfabeta e indígena, encontró su participación.
NOTAS A PIE DE PÁGINA
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2.- Tovar de Teresa, Rafael,
2010. p. 265.
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Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones-INAH.
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