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Las haciendas


Por Luis Felipe Rodríguez

San Miguel de Allende ha recibido varios nombramientos: Pueblo Típico, Pueblo Mágico, Patrimonio Cultural de la Humanidad, la mejor ciudad del mundo, la mejor ciudad de Latinoamerica entre los más conocidos. Pero San Miguel es mucho más que el área urbana la parte rural es un cofre rebosante de atractivos: ruinas arqueológicas, edificaciones virreinales, festividades con reminiscencias de ritos indígenas, cascos de hacienda -algunas totalmente en ruinas y otras bellamente restauradas-, actividades deportivas a caballo, motocicleta, etc. Quizás otro de los beneficios con que la naturaleza dotó a este lugar en el clima ya que las condiciones son ideales pues contra lo que sucede en otros lugares la temperatura oscila en el centro del termómetro.




Con el descubrimiento de las minas de Guanajuato y Zacatecas surgieron las haciendas de beneficio y estas propiciaron a su vez el nacimiento de las haciendas ganaderas y agrícolas. De las primeras demandan: carne, cuero, cebo, etc. y de las últimas obtenían: trigo, maíz, frijol y otros productos más. Si bien en sus inicios las tierras mercedadas tenían un fin claro poco a poco se fueron convirtiendo en agrícolas y también ganaderas. La concentración de ellas en pocas manos por conducto de herencias, matrimonios, etc. fueron convirtiéndose en todo un complejo económico y autosuficiente. De la Maza menciona que se autorizaban permisos para matanzas a los principales habitantes de San Miguel, entre los que anota a don Francisco Landeta, don José de Ledesma, don Antonio de Anda y Sarrios, doña Juana de Luna, mariscala de Castilla, dueña entonces de la hacienda de la Erre y don Severino de Jauregui. Las matanzas que se hacían por estos vecinos de San Miguel, varían entre cuatrocientas y dos mil cabras anuales, en cuyo recinto se curtían las pieles y se preparaban las carnes y se envasaban las grasas que salían para aprovechamiento de las ciudades del interior y en los puertos de Acapulco y Veracruz, en tenerías a propósito, llevadas de México.


San Miguel muestra hoy los llamados cascos de la hacienda en donde se concentraba una parte importante de la hacienda. Las primeras fueron más concebidas como fortalezas pues sus muros son ciegos en la parte inferior y en la superior con aspilleras para su defensa, llegan algunas a tener incluso almenas o fortines en los extremos. Esto da cuenta del peligro constante en que vivían quienes se aventuraron en el territorio de los indígenas a quienes llamaron genéricamente chichimecas. Justo Sierra, citado por De la Maza dice que no todas las fundaciones de los españoles en aquellos primeros tiempos del periodo colonial marcaban el sangriento sitio de la conquista; algunas tuvieron por origen necesidades de conservación de la Colonia; otras creación de centros urbanos que sirviesen de reparo al tráfico, o de refugio de españoles en caso de sublevaciones. o punto de afluencia a los productos agrícolas de una zona. El Lic. Toro agrega: se fundaba ya por encontrar un sitio fértil y apropiado, ya para mantener a raya a los bárbaros ya para tener un lugar de parada en los caminos; bien por encontrar ricas minas o como centros de cultura para civilizar a los indios.


En algunas ocasiones nos reunimos varias personas para recorrer algunos lugares. Lo que encontramos, además de la Casa Grande o del patrón, están las del administrador, mayordomo, capataces, y como en algunas haciendas se les proporcionaba “casa” a los trabajadores a éstos se les conocía como peones acasillados. No falta nunca la capilla, la era, el aventadero, herraderos, norias y en las más grandes: ranchos a donde alojaban peones libres.

En Guanajuato llegó a haber casi 500 haciendas en su gran mayoría agrícolas y ganaderas, de esas el 10% estuvieron en San Miguel el Grande. Sólo en la capital de la intendencia había que alimentar a casi 15,000 mulas. La villa destacaba también por su industria textil, eran famosas sus cobijas, jorongos, cobertores, mantas; de igual forma era apreciada su producción peletera no en balde una de sus calles sigue llamándose Tenerías. Fama bien ganada la tuvo por sus trabajos en herrería.

El comercio es un buen indicador del nivel económico de una región y así la ciudad era un centro industrial y el comercial no le iba a la zaga y concatenadamente al bienestar económico tenía su repercusión en la cultura. Pero si la intendencia de Guanajuato era la más desarrollada después de la capital del virreinato y surgió aquí la idea independentista también fue la que sacó la peor parte pues fue blanco de la furiosa embestida realista. El reparto de tierras durante la reforma no cumplió a cabalidad las expectativas que buscaban pues si se les quitaron al clero y se vendieron, en gran parte, terminó en las manos de los mismos hacendados lo que hizo crecer a los latifundistas que con paz porfiriana mejoraron sus propiedades aunque finalmente no se libraron cuando la repartición cardenista. El ejido tampoco ha sido la panacea que se creyó pues al terminar con el modo de producción de la hacienda no se consiguieron las metas de producción esperadas.

La actividad agrícola que caracterizó a San Miguel aunado a las estratégicas ruta comercial de la que formaba parte propició el acelerado crecimiento de la villa y la formación de grandes fortunas y de poderosos intereses económicos y políticos en la región.

En ella convivieron e interactuaron numerosos barrios indígenas con nuevos poblamientos y haciendas habitadas y administradas por españoles. La villa brillo con luz propia durante este siglo caracterizado por el crecimiento demográfico de la población indígena, el crecimiento económico de las fortunas ganaderas que la circundaban y la opulencia arquitectónica y cultural que se desarrolló en su seno.

La abundancia de mano de obra y de materias primas en la región, permitió que se desarrollara la producción de artículos destinados a satisfacer necesidades más allá de lo local. La villa comenzó a conquistar mercados; diversas manufacturas como los textiles, el cuero se convirtieron en abastecedores del mercado novohispánico en la región. Aunado a ello, la gran producción de textiles, sin duda, una actividad de la mayor importancia económica, promovió a la villa con gran productora con influencia mercantil en la región.

El establecimiento de la alcaldía mayor reforzó el importante crecimiento que en tan pocos años había registrado la ciudad por su estratégica ubicación y su fértil entorno, proyectándola a un primer nivel de importancia no sólo en términos religiosos, sino políticos y económicos entre el sistema de villas de la región.

La fuerte producción agrícola de la zona del Bajío, acompañada de la intensa reactivación económica de la minería en la segunda mitad del siglo XVIII propició que se desbancara a la poderosa Puebla de los Ángeles que había dominado el mercado novohispánico durante los siglos XVI y XVII.

La creación de las intendencias a finales del siglo XVIII representó un cambio importante en la organización política y administrativa del territorio y en las relaciones comerciales y de poder dentro de la demarcación. La Real Ordenanza de Intendentes promulgada en Madrid durante el gobierno de Carlos III, modificó el orden establecido y creó nuevas prácticas de convivencia y relaciones. Las reformas Borbónicas cambiarían para siempre la imagen social y contribuyeron a fomentar el sentido de pertenencia y de identidad criolla.

Los prestadores de servicios turísticos han aumentado y mejorado la industria hotelera y restaurantera, los fraccionadores han vendido nuevos espacios habitacionales y se han desarrollado también otros productos turísticos como: actividades deportivas, paseos a caballo o en motocicleta, la visita a los cascos de las haciendas sanmiguelenses. Por tener un interés más cultural esta iniciativa quiero destacar la opinión de Santiago González quien ha desarrollado una serie de rutas en donde permite a sus acompañantes conocer cascos de haciendas con un inmejorable abanico de opciones pues ha recorrido la geografía regional pudiendo ofrecer ahora visitas a lugares del municipio, de la región –incluyendo los estados colindantes-, con edificaciones en ruina total hasta aquellas que han sido o están remozándose y recuperan así parte de su antiguo esplendor, para grupos pequeños o numerosos.

Las rutas que maneja son: Rumbo a Doctor Mora: Landeta, San José de Gracia, La Prieta, Puerto de Sosa, Cabrera, Estancia de Canal, Estancia de San Antonio, Jesús María y Rodríguez. Rumbo a Guanajuato están: Peña Blanca, Cruz del Palmar, Presa de Santa Rosa, Capillas de Indios, Doña Juana, hasta la presa Allende. Rumbo a Celaya podemos visitar, Estancia de Canal, Presa de la Cantera, Puente del Fraile. En dirección a Querétaro: Alcocer, Corral de Piedras, Sanmiguelito, Puerto de Nieto, Santas Marías, Los Ricos, etc.

Una de las mejor restauradas es la de San Nicolás de Puerto de Nieto. Ésta se inicia cuando el Virrey don Luis de Velasco merceda a Diego Nieto de Santa Cruz una caballería de tierra. Más adelante lo vuelven a beneficiar con nuevos espacios por lo que empieza a conocerse como Estancia de Nieto. Su nuevo propietario Leonardo de Cervantes adquiere Las Vueltas y Las Monjas. Don Isauro Rionda nos dice que para mediados del siglo XVII ya se le llamaba Estancia de Puerto de Nieto.

En 1633 el alférez José de Figueroa Campofrío vendió la hacienda de Puerto de Nieto al capitán Juan Caballero, de Querétaro. Para este tiempo se le han mercedado otros sitios y a través de compras ha incrementado notablemente su superficie. Por herencia la recibe su hijo y más tarde su nieto el Padre Juan Caballero y Osio. En poder de la iglesia permanece hasta los primeros años del siglo XIX. En los últimos años de la colonia se expide el decreto para que se liquiden las propiedades del clero y la hacienda se vende al general José María Espinosa y años más tarde éste la vende a don Francisco J. Malo. 
Para entonces lindaba al norte con terrenos de la hacienda de Santa Ana y Lobos, al sur con el rancho de Bocas y con las haciendas de Jalpa y Buenavista, por el oriente con las haciendas de Jofre y San Jerónimo y por el poniente con las haciendas de Alcocer, Marroquín, Puerto de Sosa y Jesús María. A finales del siglo XIX al morir intestado su nieto del mismo nombre se estableció un largo juicio sucesorio. Que terminó perdiéndose de parte de la familia Malo. La propiedad tenía entonces un valor comercial de $739,000.00 de aquellos.


Santiago investiga, pregunta, invita a especialistas para profundizar el origen de esas construcciones y buscar que los habitantes de esas comunidades conozcan el valor de ellas, las aprecien, defiendas y preserven. No vive de eso pero debiera tener mejor fortuna. Felicidades.  ¡Conozcamos San Miguel! ¡Es un relicario!

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