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La Poesía de Margarito Ledesma

Jardín Principal, Comonfort
Por David Manuel Carracedo, Cronista Municipal de Comonfort, Gto.

Hago un breve análisis de la poesía de Margarito Ledesma, no porque yo sea un enterado en la materia ni porque mis conocidos lo hayan solicitado con insistencia, sino porque me parece un argumento contundente para tranquilizar a quienes todavía tienen la idea de que Margarito Ledesma fue un ser humano de carne y hueso y se preocupan porque no se han localizado los vestigios materiales de su existencia. La línea básica de este análisis radica en evidenciar que las composiciones del libro "Poesías" de Margarito Ledesma  fueron hechas por alguien con mucho conocimiento de la creación literaria.

El libro contiene -al menos en la decimonovena edición de 1999- cien poemas, que compilan  un total de novecientas veintidós estrofas, dándonos un aproximado de cuatro mil versos (por si alguien no lo supiera, cada línea, cada renglón de una estrofa se le llama verso, rime o no).
Lo primero que se nota al leer estas composiciones es que la métrica de los versos es por lo general perfecta, con el mismo número de sílabas en cada estrofa y con las sílabas tónicas en el lugar correcto. Cuatrocientas setenta y cuatro de estas estrofas son en versos octosílabos; trescientas cuarenta y dos en endecasílabos y el resto en otras medidas. Con cierto conocimiento de causa puedo decir que el más notorio error de quienes se lanzan a componer guiados nada más por su entusiasmo es no saber medir un verso, escriben estrofas a las que les sobra o les falta una sílaba incluso cuando han sido aleccionados para medir correctamente cada uno de sus versos. Quiero decir que una persona con muy poco conocimiento del tema y sabrosamente iletrada como don Margarito no puede escribir tantos versos con ese nivel de perfección. Aunque debo aclarar que un pequeño porcentaje de toda su obra sí presenta deficiencias que, imagino, fueron intencionales para hacerlas más acordes  al estilo propio de nuestro autor.

Ahora bien, puede creerse  que el hipotético Ledesma era un poeta nato y que sus composiciones salían bien medidas sin que se diera cuenta. Esto es creíble; sabemos de la existencia de muchos improvisadores en toda América latina que crean octosílabos bien medidos sin que tengan necesidad de contar sus sílabas ni aplicar sinalefas y otras reglas. Es algo natural, pero es creíble sólo para versos de ese tamaño. Los endecasílabos entrañan una dificultad adicional que hacen muy complicado escribirlos sin conocimiento del tema y sólo de manera intuitiva.

Aún así, vamos a suponer que es posible, que a Margarito Ledesma la inspiración le dictaba versos con el mismo número de sílabas, a veces de seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce o catorce; que de manera intuitiva sabía cómo una sílaba se suprime al encontrarse dos vocales, cómo afecta que un verso termine en palabra aguda o esdrújula y que sabía poner las sílabas tónicas en el lugar correcto. Pasemos a analizar sus formas estróficas.

La mayoría de sus estrofas son de cuatro versos: cuartetos (267), serventesios (108), redondillas (303) o cuartetas (142). Aquí también puede aducirse que lo más elemental estrofa que podemos imaginar sin conocimiento previo es una composición de cuatro versos, cualquier orden en el que rimemos nos dará una de las estrofas enumeradas o versos pareados. Pero ¿cómo podrían un poeta improvisado, sin conocimiento de las normas de la poesía, escribir cosas más complejas como silvas, octavas reales, octavas agudas, sextillas paralelas, ovillejos y otras formas estróficas que aún a los que tienen práctica con estos menesteres pueden resultarles complejas?  Pongo dos ejemplos:

HIMNO LOCAL
(fragmento)
Ciudadanos: Al grito de alarmas,
que a ninguno le falte valor,
y que todos agarren sus armas
al sonar la campana mayor.

Ciña, ¡oh pueblo!, tu frente bendita
con coronas de mirtos y rosas,
y que todas las gentes valiosas
se recuerden del gran Comonfort.
Mas  si alguno se atreve arbitrioso
a meterse en tus centros poblados,
que toditos se vengan armados
para echar para afuera al traidor.

Por si al caso llegara a ofrecerse,
nadien debe negar su presencia.
Que  se junten en la Presidencia
y trayendo sus armas los más.
Pues la seña será la campana
o cualquier otra cosa sonora,
y que todos, a lora de lora,
no se vayan a hacer para atrás.

Este tipo de estrofa se conoce como octava aguda u octava italiana y es, por supuesto, la misma forma estrófica utilizada en nuestro Himno Nacional; antes de dar una larga y poco comprensible explicación de lo que es una octava aguda, es mejor seguir la sugerencia de don Margarito Ledesma de que en tanto el director de la banda de Neutla no le componga la melodía correspondiente se pude cantar con la letra del Himno Nacional. Inténtelo y verá que hasta el coro corresponde en su forma estrófica.  Nuevamente, puede pensarse que alguien poco instruido, haciendo la observación del acomodo de las rimas en el Himno Nacional y corroborando a cada paso su "cantabilidad", podría hacer esta composición sin saber lo que es una octava aguda. Es cierto, pero un compositor improvisado no habría descubierto que el cuarto y octavo verso deben terminar en palabra aguda; las diez estrofas del himno nacional cumplen esta condición lo mismo que las cuatro del himno local.

ORILLEJOS
(fragmento)
¿Quién me llama la atención?
          -El Estación.
¿Quién hay que mis pesares calme?
          -El Empalme.
¿Y quién sofoca mis males?
          -De González.
Por eso mi pobre corazón
tiene unas ganas fatales
de pasiarse por el Estación
del Empalme de González.


Por supuesto que el nombre correcto de estas estrofas es ovillejos y para darnos una idea de su complejidad enumero:
1.    Debe tener diez versos
2.    Los primeros seis riman en pares
3.    Cada par se compone de un verso de ocho sílabas y uno de cuatro.
4.    Los otros cuatro son octosílabos
5.    En los dos últimos versos deben usarse las palabras utilizadas en los versos de cuatro sílabas y en el mismo orden.

Me parece muy difícil que alguien, por pura intuición, arme tres ovillejos con todas estas características, perfectamente estructurados y elocuentes.
Creo que todo lo dicho podrá ayudar, más que nada, para percatarnos del talento y la creatividad de don Leobino Zavala, que, siendo un hombre de letras  y un gran conocedor de las formas de composición poética, supo acomodar sus poemas con tanta inteligencia que nos hizo creer que realmente existió un Margarito Ledesma, el cual, en ese caso sería el poeta nato más talentoso de que se tenga noticia.  Ojalá que estas líneas sirvan, al menos,  como un modesto homenaje al creador de tan regocijantes composiciones, al entrañable personaje que las encarna y a la bendita tierra que lo vio nace



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