Casa Hogar del Santuario Guadalupano de Mexiquito
Por: Luis Felipe Rodríguez
Muchas personas tenemos la costumbre de
dirigirnos a los sacerdotes como padres y a las religiosas como madres y en
este día en que en toda la geografía nacional se celebra a las mujeres que han
sido bendecidas con el privilegio de dar vida viene a mi mente la situación que
tienen aquellas personas que por diversas circunstancias no son madres
biológicas. No pocas hacen hasta lo imposible por encontrar el camino que las
lleve a la maternidad sujetándose a variados tratamientos y, en los casos
fallidos, algunas optan por la adopción. Este camino tampoco es miel sobre
hojuelas. So pretexto de cuidar la seguridad del destino de los huérfanos se
tiende frente a los aspirantes una intrincada serie de obstáculos de los que
tendrán que salir airosos, casi, como los trabajos de Hércules.
El pasado lunes fue la celebración de
los 50 años de la fundación oficial de la Casa Hogar de Niños “Mexiquito” una
de las más nobles herencias del Padre José Francisco de Guadalupe Mojica.
En ese lugar existen 36 pequeños que
son: huérfanos, rechazados u olvidados. Son enviados ahí por diversas
instituciones oficiales. Su comportamiento es variopinto. La explicación es muy
sencilla. Llevan sobre sus pequeños hombros una carga emocional a la que muchos
adultos, por fortuna, no se enfrentarán jamás en su larga vida. No daré mayores
referencias a este punto, pero, si lo queremos comparar no será siempre con el
drama sino, en no pocos casos, con una tragedia.
La tarea de atender a esas víctimas son
las Religiosas Dominicas de María. Por esta razón considero que ellas, que
eligieron el camino del celibato para consagrarse no a la vida contemplativa
(monjas) sino a la vida activa (educativa), realizan las actividades que les
marca su congregación, pero son madres de 24 horas al día de niños ajenos por
eso digo que son madres dobles: de nombre y de acción. No son maestras que
devuelvan a los alumnos a sus familiares después de la diaria jornada.
¿Cómo pueden hacerlo? Le cuestiono a la
Directora de la Institución la madre Teo, con cara sonriente me responde con
sencillez: -con el apoyo de la
Providencia, nosotras no podríamos solas.
El Cincuentenario transcurrió ajetreado
para las 7 religiosas quienes invitaron a todas sus hermanas de comunidad. Presidió
la concelebración el Señor obispo don Benjamín Castillo Plascencia y una docena
de sacerdotes entre ellos los frailes Benedictinos de Atotonilco. Cientos de
personas acudieron a la celebración eucarística y, al terminar, fueron
convidados a comer y se dio una vez más la multiplicación de los panes pues hubo
para todos.
Fue muy grato ver a los pequeños
elegantemente arreglados por las madres. Varios de los presentes compartían su
experiencia de haber salido en años anteriores de ese orfanatorio y no se
cansaban de agradecer las atenciones de las madres que ahí tuvieron.
Uno de los actos preparados fue
presentación del libro: José Mojica, Dulce
Renunciación, obra del Lic. Jesús Ibarra quien hace 24 años llegó a San
Miguel procedente de la megalópolis y durante 9 laboró en la Biblioteca Pública.
Como investigador independiente ha publicado: “Los Bracho, tres generaciones del cine y teatro mexicanos”, 2006; Carmen Montejo, una mujer alta, 2010, y “El Jardinero de fantasmas, vida y obra de
Carlos Ancira, 2013.
Este libro nace como parte de un
proyecto de maestros y alumnos de la facultad de Psicología de la UDL San
Miguel quienes han venido apoyando a los pequeños que están en la Casa Hogar Mexiquito,
la Maestra Gema Márquez. Sabiendo que el Lic. Ibarra era escritor le sugirió
que escribiera la historia del fundador. La diferencia con lo escrito sobre el
artista-fraile y este libro es que logra una totalidad sobre su vida y obra ya
que tiene como insumos el libro autobiográfico, Yo, pecador; el que escribió su compañero fray Gonzalo de Jesús, OFM,
Mi estrella, mi guía, el de Mons. Federico
Richter Fernández-Prada: Fray José
Francisco de Guadalupe Mojica, Religioso y Sacerdote, etc. revistas,
entrevistas y desde luego la síntesis de las exitosas películas en que participó
y un sinfín de artículos que existen sobre su actividad artística que se
conservan en hemerotecas de muchos lugares.
En San Gabriel, Jal, con el apoyo del
cronista de ese lugar, encontró el rastro familiar y apoyándose en una larga
bibliografía y en entrevistas va rescatando la huella de uno de los mayores
benefactores que tuvo San Miguel.
La madre Teresa Calderón le confió:
“Guadalupe
y Porfirio se encargaban de cuidar Mexiquito. Se iban todo el día y se
regresaban a su casa en La Aurora ya al anochecer. Pero, aunque se iban tarde,
la gente les ganaba y saquearon todo llevándose puertas, sanitario, lavabos,
apagadores de luz. Desde que vivía el padre Mojica, él llevaba a los niños a
jugar ahí y nosotras seguíamos llevándolos, pero no nos podíamos cambiar porque
en ese momento no se sabía quién tenía la autoridad sobre Mexiquito, si la
Parroquia o los franciscanos o el Obispado; hasta después se aclaró. En 1978,
el señor cura Olegario Gaytán nos dijo que, si queríamos quedarnos con Mexiquito,
que el padre Mojica había hecho para los niños, pero teníamos que irnos de
inmediato, pues había una escuela en San Miguel que quería ocupar las
instalaciones. El padre Gaytán ya había hablado con el obispo y él había dado
la autorización para movernos. Ese mismo día nos fuimos.
A esa pareja de trabajadores el padre
Mojica les escribe una carta en diciembre de 1972 donde les dice:
“Me
imagino que han recibido los saludos que les mandé con Toñita al recibir yo el precioso
cartelón con el anuncio de la gran novena que han organizado todos mis buenos
hermanos de Mexiquita y en forma muy especial, mi hermanita la Güera, a quien
Dios debe darle muchas fuerzas para seguir trabajando en el Santuario de la
Virgen de Guadalupe y sin la cual, sin duda, todo hubiera ido a la más completa
ruina.
Dios
me ha dado este dado este gran consuelo pues yo siempre me digo: mientras esté
ahí la Güera el culto y el cuidado del Santuario Guadalupano ira adelante. Ya
me imagino la infinidad de trabajos y contratiempos que han tenido y doy
gracias a Dios de que mis mejores representantes y abogados en esa obra sean
ustedes dos.
He
tenido correspondencia con el padre Toñito y a él también le he encargado mis
saludos cariñosos para ustedes. Ese padrecito es un santo y para mi es también
un consuelo y una certidumbre que la obra no está dejada de la mano de Dios”.
En el libro aparece también la opinión
de Monseñor Richard Daniel Alarcón Urrutia, Arzobispo de Cuzco quien relata lo
siguiente:
“…la
experiencia espiritual de su conversión a la vida franciscana lo hacía muy
diferente a los demás. Se notaba que vivía su sacerdocio y vida franciscana con
mucha intensidad espiritual y entrega generosa, daba testimonio de que amaba el
camino que había decidido de seguir a Cristo, lo vivía intensamente. Lo que más
caracterizaba de su vida sacerdotal y franciscana era su alegría y sencillez evangélica.
Más adelante manifiesta:
Me
tocó estar en el momento mismo en que falleció el 20 de septiembre de 1974, y
el hermano que estuvo presente antes de mí, nos contó que había estado muy
sereno y había pedido que le pusieran en el tocadiscos una música ranchera
mexicana. Eran como las dos de la tarde. En ese momento un pajarillo parecido a
un canario se posó en la ventana. Cuando volteamos a verlo, entró un rayo de
luz solar y el ave voló hacia fuera. Cuando regresamos a la cama de Fray José,
ya había expirado. En ese momento corrimos a avisarle al superior y se tocaron
las campanas para venir y rezarle un responso. Nunca olvidaré que tuve ese
privilegio. Después de su velorio y solemne misa fue enterrado en las criptas
de las catacumbas del convento, lugar en donde se encuentra hasta el día de hoy.
Dentro de la bibliografía consultada es
muy importante la opinión de su superior en Perú quien, visitó las
instalaciones de Mexiquito y pudo constatar que, para entonces, funcionaba
adecuadamente. Su opinión fue:
Las
religiosas Dominicas de María (cuatro) encargadas con cariño y por vocación
saben llevar la casa conforme Dios quiere, aunque con grandes pobrezas, pues,
la obra no tiene renta mensual segura, ni dinero en los bancos. Todos los días
los benefactores regalan a las hermanas lo necesario para la despensa. Los
niños están bastante bien cuidados y muy limpios. Como sería de desear que este
Santuario Hogar Guadalupano tuviera una renta segura capaz para albergar más
niños todavía. Se ve que ella nació franciscana, es decir, envuelta en pobreza;
sigue siéndolo y en eso consiste su mejor riqueza: el desafío de una obra altamente
benéfica que se mantiene por la confianza de la Providencia de Dios y en el
trabajo de las religiosas que lo dejan todo por seguir al Señor en estrechez de
bienes materiales, de rentas, pero con gran alegría de espíritu y de servicio
hacia quienes no conocieron hogar, ni padres ni hermanitos.
Colaboren con el Santuario Hogar Guadalupano, adquiera este libro: José Mojica, Dulce renunciación: a través de sus páginas vivirá una de las etapas más importantes de la historia de San Miguel pues las Madres Dominicas de María continúan el anhelo de su fundador: brindar educación integral de ayuda y protección a menores desamparados o de escasos recursos, mediante una formación académica, técnica y humana para que sean personas productivas y propositivas a la sociedad.
Esperamos que pronto esté abierto un pequeño museo que ahora se prepara en lo que fuera el espacio personal del padre Mojica, por ahora el maestro Edgardo Kerlegand colabora con su arte cubriendo las paredes de imágenes donde destacan los colores rojos y ocres de las tierras chichimecas y los temas principales son: la Orden Franciscana, los niños y el padre Mojica. Comprendiendo finalmente por qué Agustín Lara predijo con certeza el final de aquella… dulce y total renunciación.
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