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Atentado al Presidente Emilio Portes Gil


Tren Olivo, Museo Tecnológico de la CFE


Por David Manuel Carracedo, Cronista Municipal de Comonfort, Gto.

Un atentado presidencial siempre es noticia, aun cuando éste haya sido fallido. Para los chamacuerenses este atentado tiene la singularidad de haber sucedido en el territorio de nuestro municipio. Este dato es muy poco conocido, tuvo que ser un hombre de edad avanzada quien me platicara el suceso y me llevara hasta el propio lugar de los hechos.  Nuevamente, y por tercera ocasión, agradezco al señor Andrés  Sepúlveda García el ponerme al tanto de este acontecimiento.
Antes de relatar el suceso conviene recordar que en los años veinte el tren era el más  importante medio de comunicación en el país. El presidente de la República, para desplazarse por el terrirorio nacional, utilizaba un tren exclusivo para su uso oficial. Desde 1927 se utilizaba el “Tren Presidencial Olivo”, uno de los más lujosos del mundo, según se cuenta(1).   Algunos vagones, convenientemente restaurados, se conservan en el Museo Tecnológico  de la CFE.  De su lujo da fe la imagen anterior.
Pero sobre el suceso en sí,  el mejor testigo y relator de los hechos es el propio Emilio Portes Gil quien nos cuenta:

Tal y como se me había anunciado en Tampico, cuando Valente Quintana me entregó la carta de la llamada Liga Defensora de la Libertad Religiosa, el tren presidencial en que viajaba en compañía de mi esposa y de mi pequeña hija Rosalba, entonces de dos años de edad, la mañana del 10 de febrero de 1929 fue dinamitado al llegar al puente ubicado en el kilómetro 327, entre las estaciones de Comonfort y RinconcilIo, en el Estado de Guanajuato.
Serían aproximadamente las seis y media de la mañana del citado día cuando, en los precisos momentos en que terminaba de vestirme, se sintió un fortísimo choque en el tren. Inmediatamente salí, para darme cuenta de lo que ocurría, reuniéndose conmigo los señores generales Joaquín Amaro, secretario de Guerra y Marina; Anselmo Macías V., jefe de las Guardias Presidenciales; Ing. Marte R. Gómez, secretario de Comunicaciones y Obras Públicas; Enrique C. Osornio, jefe del Servicio Médico Militar; Ing. Mariano Cabrera, director general de los Ferrocarriles Nacionales; Valente Quintana, jefe de las Comisiones de Seguridad; Adolfo Roldán, secretario particular, y otras personas, civiles y militares, que me acompañaban en mi recorrido.
Momentos después del accidente se me presentó el presidente municipal de Celaya, licenciado Ernesto Gallardo, actualmente subdirector administrativo del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, y otros funcionarios de la ciudad para ponerse a mis órdenes.
Todos pudimos darnos cuenta de que la dinamita que estalló había sido colocada bajo el puente, en cuyo lugar se encontraban aún varios cartuchos que no habían hecho explosión.
Cerca del sitio de la voladura había huellas que demostraban que los autores habían pasado la noche -o quizá días- en espera del tren. El saldo de aquel atentado dinamitero fue la muerte del garrotero Agustín Cárdenas; la destrucción de dos carros pullman y la voladura de la locomotora y el tanque que saltaron sobre el puente.
Antes de seguir la narración de Portes Gil, le comento sobre la ubicación del puente,  éste dista  6 kilómetros de la estación de Ferrocarril de Comonfort y cruza un pequeño arroyo, de muy ocasional cause.  Don Andrés Sepúlveda lo llama “Puente San Pedro” y puso más empeño que un servidor para llegar hasta él, no obstante sus años y sus dificultades para desplazarse. Finalmente llegamos, luego de transitar los caminos paralelos a la vía de norte a sur, habiéndolo intentado de sur a norte.  ¿Qué tanto este puente será el mismo de aquél entonces? La mampostería de los muros que sostienen el puente se ve sumamente añeja,  bien pudiera ser la original. La narración de los hechos no dice que el puente haya sido destruido.  El resto de los elementos seguramente si son posteriores a la fecha del suceso.
Puente donde ocurrió el atentado

Quizá, amable lector, se pregunte el  por qué de este atentado. El presidente Portes Gil había sido amenazado de muerte si no procedía a indultar a José de León Toral, asesino material del presidente electo Álvaro Obregón. La ejecución de León Toral sucedió el 9 de febrero. Es decir que un día después los autores del atentado cumplieron su amenaza.  Al respecto, nuevamente Emilio Portes Gil nos dice:

De las investigaciones que, para descubrir a los autores intelectuales del atentado, practicó el detective Valente Quintana, llegó a la conclusión de que la carta recibida en la Inspección General de Policía había sido escrita por una distinguida dama de la ciudad de México, miembro de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa. Esta misma señora confesó a Quintana su participación y, arrepentida, se resolvió a denunciar a la policía aquel hecho.
En cuanto a los autores materiales, lo fueron un muchacho de 17 años, de nombre Fernando Islas, aprehendido en la casa de la señora Concepción del Moral, en la ciudad de Celaya, y Eulalio Anaya, que logró fugarse. La señora Del Moral manifestó que había sido llamada a México por señoras de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa, quienes le entregaron trescientos pesos para que a su vez se los diera a un muchacho de nombre Fernando Islas a quien no conocía, éste negó terminantemente ser el autor del delito y para evitar que las autoridades inferiores cometieran con él una violencia, opté por mandarlo a las Islas Marías, recomendándole al Gral. Múgica, director de dicho penal que se le enseñara algún oficio.
Antes de entregar el poder a mi sucesor, el Gral. Múgica llevó a mi presencia a Islas y al interrogarlo para que confesara su delito, se negó terminantemente, y al decirme que pensaba radicarse en León para dedicarse al oficio de zapatero, le regalé mil pesos, poniéndolo en libertad. Durante años no volví a saber de este individuo hasta que Agustín Arroyo Ch. me informó que vivía en León en donde era propietario de un importante taller de calzado. En cuanto a la señora Concepción del Moral, cómplice de los dinamiteros, fue puesta en libertad inmediatamente después de haberse cometido el atentado. 
Imagen tomada de www.travel-leon.net

En lo personal, amable lector, tengo dos razones para alegrarme de que el atentado haya fallado en su objetivo. Lamento por supuesto el deceso del inocente garrotero Agustín Cárdenas, pero por una parte me impresiona la magnanimidad que el Presidente expresa en el último párrafo transcrito, ya sea que fuera auténtica o por motivos de imagen pública. Y por otra parte no quiero imaginar que el Presidente de la República hubiera muerto en territorio Chamacuerense, si por un expresidente sumamente gris, muerto en el extremo sur de Chamacuero,  le cambiaron el nombre al pueblo y al municipio, con más razón por un presidente en funciones. ¿Cómo hubiera quedado el nombre?  ¿Chamacuero de Comonfort de Portes Gil? ¿San Francisco de Chamacuero Portes Gil?  O Comonfort De Portes. Lo cual haría que los fuereños pensaran que todos somos bien asiduos al futbol o a la maratón. Para bien de casi todos, la mitad de la dinamita no hizo explosión y aquí siendo un poco irónico diré que, aunque la Liga Defensora de la Libertad Religiosa quería que el tren completo volara, no quiso Dios que así sucediera.

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