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El insurgente Ignacio Camargo

Calle Juárez hacia 1910, Comonfort


Por David Manuel Carracedo, Cronista de Comonfort

José Ignacio Leonardo Camargo e Iriarte nació el 7 de noviembre de 1783, lamentablemente es muy poco lo que se sabe de este gran insurgente, hasta hace poco, y algunas fuentes más antiguas, así lo consignan, se decía que Ignacio Camargo era originario de la ciudad de Celaya. Hace doce años mi antecesor, el profesor Plácido Santana Olalde, localizó la fe de bautismo del Coronel Camargo. Cabe destacar que el profesor Herminio Martínez, cronista de la ciudad de Celaya, reconocía el origen chamacuerese de nuestro personaje. Hay una coincidencia muy particular tanto cronológica como geográfica, Ignacio Camargo nació en la casa anexa a la antigua presidencia municipal, que tenía acceso por la plaza. En la casa de al lado, es decir en la antigua presidencia municipal, nació en 1786, la heroína chamacuerense y benefactora del movimiento independentista, doña Manuela Taboada, años más tarde esposa de Mariano Abasolo. Hacia 1790 nació, en esa misma casa, su hermano, el insurgente Pedro Taboada. Y, por si fuera poco, en la casa de enfrente, cruzando la acera, nació en 1794 don José María Luis Mora. Siempre me ha sorprendido la cercanía en tiempo y espacio con que nacieron estos personajes. Seguramente se conocían los cuatro, se veían en misa, en las fiestas del pueblo y deben haber tenido cierto grado de amistad o simpatía, de lo que estoy seguro es que ninguno de ellos sabía el papel que la historia les tenía deparado. Es cierto que el doctor Mora no tomó parte, en modo alguno en la lucha por la independencia, sin embargo, es uno de los historiadores más imparciales y objetivos de todo el movimiento.
 Ignacio Camargo se une al movimiento insurgente en Chamacuero, lo mismo que Pedro Taboada, cuando Hidalgo y su ejército pasaron por aquí el 19 de septiembre de 1810. Nueve días más tarde, el 28 de septiembre, Ignacio Camargo es el encargado de llevar, junto con Mariano Abasolo, un documento donde Hidalgo solicita la rendición al intendente Riaño quien, como sabemos, se había parapetado en la alhóndiga de Granaditas. En el cruce de las actuales calles de Juárez y Mendizábal, es decir bajando de la alhóndiga hacia el Mercado, los realistas tenía ubicada una barricada, a ese punto se acercaron Camargo, Abasolo y un par de soldados que los acompañaban portando una bandera blanca; entregaron el documento que pedía la rendición y el teniente que los atendió pidió tiempo para traer la respuesta, Camargo insistió en hablar con Riaño y fue conducido, con los ojos vendados, al interior del castillo. Imaginemos la tensión que debía reinar en esos momentos, ochenta mil hombres afuera dispuestos a tomar la plaza y poco más de un centenar dispuestos a la defensa. En el interior de la alhóndiga Camargo es tratado con amabilidad, incluso le dan de comer y come. Como sabemos Riaño no acepta la rendición y el Coronel Ignacio Camargo regresa con la noticia para dar inicio a las hostilidades, en las cuales participa Camargo. Camargo se destaca en la batalla del Monte de las Cruces y es ascendido a Mariscal. Participa también en la batalla de Aculco, en la toma de Guadalajara y se bate destacadamente en el Puente de Calderón, no hay que olvidar que los insurgentes estuvieron cerca de ganar esa batalla. Tanto Camargo como Pedro Taboada, siguen a Hidalgo y sus hombres hacia el norte y, como ellos, son capturados en Acatita de Baján el 21 de marzo. Se dice que ambos fueron conducidos a Chihuahua donde, tras un brevísimo juicio, son condenados y fusilados por la espalda el 10 de mayo de 1811. Sin embargo, no todos los capturados en Acatita de Baján fueron conducidos a Chihuahua, un buen número de insurgentes considerados de menor rango quedaron prisioneros en Monclova, donde fueron fusilados o condenados a trabajos forzados. Al momento desconozco el final exacto del joven Pedro Taboada. Lamentablemente, muchos de los insurgentes fueron sepultados en una fosa común, con el crecimiento y las obras de modernización de la ciudad de Chihuaha, la ubicación de los restos, entre ellos los de Ignacio Camargo, se perdió. Que justo sería que, doscientos años después, pudiéramos hacer cierta aquella olvidada estrofa de nuestro Himno Nacional:

 Y el que al golpe de ardiente metralla
 de la Patria en las aras sucumba
 obtendrá en recompensa una tumba
 donde brille de gloria la luz.
Y de Iguala la enseña querida
a su espada sangrienta enlazada,
 de laurel inmortal coronada,
 formará de su fosa la cruz.

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