Un Maestro Inolvidable
Por: Luis Felipe Rodríguez
Hace varios años tuve la idea de escribir
la historia de la Sección 45 del SNTE pues estaba comisionado en la ciudad de
Guanajuato y vivían todavía muchos de los protagonistas del proceso que
concluyó con el Movimiento Reivindicador del 7 de julio de 1956 cuando un
puñado de docentes se determinaron a enfrentar al gobierno estatal y conformar
una organización fuera del sindicato blanco que era la Unión Magisterial
Guanajuatense. Con ese propósito entrevisté a varios de quienes habían sido
secretarios generales o parte de diferentes comités de la sección sindical. Por
falta de financiamiento no se concluyó dicho proyecto y las entrevistas
realizadas –unas veinte- se enlataron y desde entonces duermen el sueño de los
justos.
Una parte de una de esas entrevistas, que
hoy empezará a ver la luz, fue con el Profe Anguiano quien entonces me dijo nació,
el 18 de enero de 1917, hace ya un siglo, en San Felipe “Torresmochas”. Fue
registrado en San Luis Potosí porque su papá era ferrocarrilero. Aunque su
ilusión era seguir los pasos de su papá, al terminar la primaria la maestra
Doña Virginia García, su mamá, le consiguió una beca por lo que a los doce años
ingresó a la normal rural de Erongarícuaro, Mich. Tres años después egresó como
maestro rural. Años más tarde continuó estudiando en el Instituto Federal de
Capacitación para el Magisterio.
A los quince años, un chamaco, tuvo su
primer empleo. No obstante que su deseo era ingresar en alguna actividad
ferroviaria fue encontrando la noble tarea docente de ayudar a descubrir en las
letras ese mundo mágico que encierran y la cara de los niños lo conquistó. Ese
hallazgo hizo más llevadera su temprana desvinculación del hogar pues tenía que
vivir en la comunidad donde le tocara trabajar. Era una necesidad más que una
obligación pero él lo tomó como un deber; estar en el rancho hizo surgir pronto
el espíritu de líder en cada comunidad, aprendiendo de los campesinos el rudo
lenguaje de amor a la tierra y con la visión que fue decantando se ganó el
respeto y cariño de aquellos labradores; no en balde las escuelas de entonces
recibían el honroso título de “La Casa del Pueblo”. Su primer trabajo: rancho
de “El Aro”, en San Felipe, en 1933 y al año siguiente “La Cruz del Palmar”
donde estuvo dos años, de ahí lo mandaron a Salvatierra donde anduvo en varias
comunidades. Fueron tiempos difíciles pues los padres estaban un poco renuentes
a enviar a sus hijos porque escuchaban que era educación socialista por lo que
les decían comunistas.
Dada su afición al deporte lo nombraron:
promotor de educación física lo que le permitió conocer varias comunidades tratando
de organizar equipos deportivos. Anduvo por Apaseo el Alto, Comonfort y Apaseo
el Grande. Ganaba 80 pesos mensuales como maestro federal, en aquel año de 43.
Al año siguiente, en el 44 se cambia a una plaza era estatal, ya con un sueldo
de $ 180. Fue promotor de Educación Física de Comonfort, San Miguel de Allende
y Dolores. En el 51 le agregaron escuelas y prefirió volver a ser maestro de grupo.
Inquieto, líder nato, estuvo cercano al
proceso del paso de la Unión Magisterial Guanajuatense a Sección 45 del SNTE al
lado de los grandes líderes de entonces: Alfonso Ruiz Ojeda, Ma. Carmen
Manríquez, Arnulfo Campos, Josefina Garnica, Raquel Contreras Cachú, Zavala, Chemita,
Manuel Franco, J. Cruz Márquez Espinosa, J. de la Luz Villegas, etc. El
antecedente de haber laborado en varios lugares le hacía tener mucha
ascendencia con muchos compañeros. Me dijo: “Había
diferencia de sueldos, prestaciones, una forma de pensiones únicamente
sostenida por el trabajador, muy disparejo. Por ejemplo, mientras que a los de
Guanajuato tenían una decena de aguinaldo, los de la periferia no gozábamos de
esas prestaciones y otras cosas que tenían sólo los de la capital.
Acerca de su gestión me dijo: Yo nunca aspiré a ser el secretario general,
es más yo les decía: -miren hay muchos elementos, pero -que no, que tienes que aceptar por el
grupo y hay vamos a México y allá se decidió todo (…) llegué por azares de la
vida porque yo estaba seguro que podían ser la maestra Garnica, Arnulfo Campos,
Jorge Rodríguez, Margarita Solís (quien fue la primera diputada en
Guanajuato), o podía ser otra vez la maestra
Manríquez pero no; por el grupo, acepté.
Como le tocó después de una Comisión
Ejecutiva (que exigía la dirección de un enviado del CEN apoyada por
representantes de las diversas facciones) las aguas volvían a su cauce pues se
acaban las cuotas en ese lapso. Encabezó él el quinto periodo (1972-1975), le
tocó trabajar con el Lic. Manuel M. Moreno en la parte final de su sexenio y el
principio del Lic. Luis H. Ducoing. Con el primero no tuvieron mayores
dificultades, normalmente se desarrollaron los trabajos sindicales, pero con el
Lic. Ducoing las cosas fueron un poco más tensas. Así es en los inicios de cada
período, nuevas caras y otras formas de trabajo.
De igual forma su acercamiento con los
jóvenes le hizo poner en práctica la idea de Juan Serrano que era la de que se
hiciera un evento que recordara la gesta libertaria de don Ignacio Pérez el mensajero
de la Corregidora. Después de ímprobos trabajos logró conseguir los apoyos
necesarios para llevarla a cabo y arengó a los primeros deportistas
(futbolistas, beisbolistas, boxeadores, etc) para que se sintiera cada uno un
auténtico Ignacio Pérez y así, en 1948, treinta jóvenes trasladaron el fuego
simbólico del Palacio de Gobierno de Querétaro a la Presidencia Municipal de
esta ciudad, la Carrera Simbólica había nacido. Cada año fue mejorando la
organización y en 1956 eran tantos los “pretendientes”
que ideó una carrera selectiva para ganar el honor de portar el Fuego y nació
la Carrera de la Conspiración que se realiza dos días antes (13 de septiembre)
ganada entonces por Juanelo quien hoy continúa la obra. Hoy esta idea ha sido
llevada con mucho éxito a otros municipios.
Descansa en paz, Maestro.
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