Lic, Leobino Zavala Camarena
Por: Luis Felipe Rodríguez
En febrero de 1930 el Lic. Leobino Zavala Camarena (1887-1974)
fundó la Escuela Secundaria Comercial y de Obstetricia. Hasta su muerte fue su
director y le sucedió en la dirección de la escuela el Lic. Leobino Zavala
Vallejo. Don Leobino fue mi maestro en esa escuela en la asignatura de
Literatura. En ella nos guiaba con unos apuntes del Profr. Fulgencio Vargas.
Era una delicia aprender así. Ese fue el primer contacto con las obras de
autores selectos para aprender la rima, la métrica y la cadencia.
En 1950 había publica su libro de “Poesías” de Margarito
Ledesma, humorista involuntario. Ese personaje literario sigue dando de qué
hablar pues en Comonfort todavía hay personas que siguen creyendo que Ledesma
“existe”, que “aún vive”. El escritor Óscar Cortés Tapia dio una plática sobre esta
obra poniendo los puntos sobre las íes y ratificando la genialidad del autor
pero aún sus lectores se dividen en Comonfort por Margarito y en San Miguel por
el abogado.
En aquella ocasión Cortés Tapia, dijo que “las poesías de
Ledesma, en realidad, fueron escritas en la década de los 40 del siglo pasado”.
Esto coincide con las fechas en que escribió sus “Leyendas y tradiciones
sanmiguelenses” pero choca con el origen que da el autor en 1972.
Durante 22
años trabajé en la Radiodifusora XESQ y ahí don Manuel Zavala PPKBzón, sobrino
del autor, me puso en contacto del otro libro escrito por don Leobino que con
toda seguridad nunca verá la luz pública, su título “Disparates y Porquerías”.
El inicio de cada una de ellas es del más puro estilo clásico, sólo los últimos
versos son una bengala de ordinariez que al estallar destroza la obra pero
consigue la risa del lector. No está por demás subrayar que en la Explicación
de la primera edición, atribuye la creación de don Margarito a la “obra y
gracia de José F. Elizondo y Rafael Medina, autores de la zarzuela Chin-chun
chan” pero esa parte se retira a partir de la segunda edición en 1952.
Para Hiram Barrios, Leobino Zavala, el creador de Margarito,
el poeta de Chamacuero es un «humorista involuntario», la ingenuidad y la
incultura, que puede llegar a lo grotesco o lo ridículo, son los motes que
utiliza para describir a su caricatura literaria. Según la historia que él
mismo narra, recibe por medio de un «conducto especial» un legajo con los
borradores de un vate de provincia, acompañado por una carta donde dicho autor
pide que se corrijan y publiquen sus «poesías». El documento permanece en el
olvido varios años hasta que Zavala se anima a revisarlo y juzga interesante
publicar la obra. En el prólogo de ésta, el lector tiene noticia de las
vicisitudes en torno a la supuesta existencia del poeta. Las Poesías de
Margarito Ledesma aparecen en 1950, pero el encuentro con este conducto ha
sucedido en 1911: Margarito es entonces un hombre de la Revolución o de los
años inmediatos a la misma.
Surge este Humorista Involuntario en un pueblo típico lleno
de díceres y rumores con una serie completa de personajes singulares: Melitón
Palomares, defensor y apoyo de Margarito por la sola razón de que defiende
mucho al pueblo desvalido; Nacho el boticario quien pone su granito de arena
con algunos de los títulos de las poesías de Ledesma; otro es el charro
Bardomiano hombre de mucha fibra; don Tiodoro, aquel que se la pasa diciendo
que Margarito tiene miedo a mucha gente, su admiración por el género femenino
le hacen dedicar parte de su obra a: Jesusita Sánchez, Macrina, Tula, Manuelita
y, sin nombrarla, la típica ingrata de todos los tiempos. Las pinceladas que
traza Zavala con su pluma retratan y rescata los bucólicos personajes, todos
ellos de la más pura cepa cuya lengua es revelación del pueblo atrasado y
anacrónico y cuya ingenuidad nos es cada vez menos común.
Es entonces Margarito el poeta del pueblo que defiende sus
raíces impregnadas de hechos importantes en su tierra bendita que lo vio nacer de la que sólo se
apartará por necesidad en dos ocasiones -a Celaya, «a un negocio del juzgado»,
y a San Juan de los Lagos, a pagar «una manda»-:
Aquí me puso Dios,
aquí he vivido
y aunque a muchos
les pese,
aquí me muero.
Es su temática una crónica
versificada con todo el amor del pueblerino del humilde poeta.
Otro rasgo del perfil de este personaje es su sinceridad
cuando admite que Manuel M Flores lo ha influenciado y del que acepta ha tomado
algunas cosas y hasta algunas ideas y palabras. Igualmente en otra parte no
tiene empacho en admitir que:
hay
en esta bendita tierra que me vio nacer y donde vi la luz primera otro pujante
poeta de altos vuelos, a quien ya ustedes conocen y que por eso no necesito
mentarlo, que en vez de ser mi enemigo, como era de esperarse, ha sido siempre
muy campechanote conmigo y hasta me ha hecho el favor, que mucho le agradezco y
por el cual viviré eternamente agradecido, de revisarme y corregirme algunas de
mis más variadas composiciones.
Es un poeta iletrado y anacrónico, y
justifica los calificativos que utiliza su creador: ingenuo, humilde,
sentimental.
Algo que deleita al lector también son las notas al pie y
demás aclaraciones, en algunas ocasiones es ahí donde esconde el autor la
gracia final de sus poesías pero en todas son imprescindibles. Debido al éxito
que tiene don Leobino agrega personajes y poesías. Aparece entonces Hermelindo
Morales el sobrino-nieto de don Margarito quien le empezará a mandar las
poesías que conserva su madre, hermana del poeta y que le harán llegar a una
centena las obras. Nuevos temas en cada uno de ellos pero nada de noticias del
humilde poeta quien no volverá a aparecer.
Ciertamente es un error creer que existió este poeta
Chamacuerense porque, como afirma el Cronista de Comonfort el Arq. David
Carracedo, no es posible pasar por alto la fina construcción de cada poesía y
la variedad de versificaciones. No puede ser obra de la casualidad ni de un
escritor inculto como sugiere en su prólogo el abogado Zavala. Quienes lo
conocieron, lo mismo que quienes fuimos sus alumnos escuchamos de su propia voz
muchas otras poesías de temas varios.
Margarito Ledesma nació del ocio y quizá un poco de la
casualidad. Para Hiram Barrios, con los versos humildes de este poeta, Leobino
Zavala entretenía a su madre, en cama debido a una enfermedad. En las páginas
de El Excélsior se conservan al respecto artículos y entrevistas de Guadalupe
Appendini, en una de ellas Zavala declara a la periodista: «yo ya había
comenzado a escribir de broma algunos versos (…), se los leí (a mi madre) y le
dio tanta risa que continuó la broma». El humor requiere un cómplice. Francisca
Camarena, madre de Zavala, será la primera en comenzar la cadena de
complicidades que harán de Ledesma una picardía literaria a gran escala, quienes
leían los poemas, amigos y allegados al autor, encontraban ingenio y lo
alentaban a publicarlos. Lo intentará hacía 1920, pero tendrá que esperar
treinta años más para ver Poesía impresas. Zavala tratará con éstas de
brindarle un homenaje póstumo a su madre, fallecida en 1932. Su nombre vive a
la sombra de su personaje, el humilde poeta Margarito Ledesma. Un caso sui
géneris, cuya obra ha sido calificada por Pacheco como el “único best seller de
la lírica mexicana”.
Margarito Ledesma, fruto de los juegos poéticos de Zavala,
es libertad de creación, ingenio de un humorista completamente voluntario y
prueba de un talento poco valorado. Parece ser que el alcance que obtuvo con la
aparición de Poesías incitó a su creador a continuar con la broma, pues en la
siguiente emisión no sólo borra el antecedente literario de su personaje, sino
que inventa la supuesta desaparición del mismo. Por medio de Hermelindo
Morales, sobrino-nieto de Ledesma, sabe que «hace muchos años se ausentó de
Chamacuero y jamás ha regresado». Hermelindo nunca conoció a Margarito pero su
abuela le ha contado que
Un
día, al amanecer, ensilló su caballo […], tomó su maleta y su bufanda […], besó
calladamente a su hermana y a su sobrina y, sin ninguna explicación, ni
siquiera una palabra de despedida, montó en su caballo y salió de casa.
Un recuerdo agradecido para el fundador de esta Escuela
Secundaria Lic. “Leobino Zavala Camarena”.
“Pues sólo
ambiciono el galardón bendito
de que al cair
hasta adentro de la nada,
pueda decir toda la
gente honrada:
“Aquí yace El poeta
Margarito”
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