LA BELLEZA DE LA SENCILLEZ
LA BELLEZA DE LA SENCILLEZ
(O EL VERBO DE BERENICE FLORES)
(I parte)
Ella no asistió a talleres
literarios, no tuvo un Solón que le guiara por los meandros de la “alta
literatura”. Se mantiene alejada de capillas, cenáculos y olimpos de escritores
y sedicentes. Más allá del boato y la parafernalia del mundillo intelectual de
Celaya, Berenice escribe, sueña, persevera.
Sus escritos semejan goznes que
son capaces de que las puertas del mundo se cierren a la chata, gris, dura realidad, y se
abran a la imaginación desbordada,
galopante y libérrima.
Supongo que no ha de ser muy de
su gusto, las líneas que anteceden, porque ella opta por los sustantivos
vitales como pan, luz, flor, lecho. Porque su escritura se alimenta de verbos
precisos como amar, soñar, creer.
Una modestia connatural, una
sencillez congénita le detienen para ir en busca de editores, de firmas, de
mecenas y patrocinios. Sus líneas las conocen muy pocos (el ámbito familiar y
el círculo más cercano de los amigos). Sólo el empeño de su hija Andrea hace que el parvo universo se ensanche.
Andrea me busca, me propone hable de su
madre y de su obra, lo hago convencido
que la voz de Berenice Flores es digna de ser escuchada, lo hago a sabiendas de
que su prosa poética es de una sencilla
belleza.
Origen es destino.
Berenice procede de una clásica y
tradicional familia celayense con raíces antiquísimas. Fieles al solar materno,
su parentela profesa el catolicismo, practica los dones y prendas de las damas
y los caballeros, cree en la decencia como divisa de vida, inculca el bien en
propios y extraños.
Fiel a su origen Berenice cursa
una infancia donde el común denominador es el amor que se conjuga en todos los
tiempos y modos. Niña que corre, estudia y juega sin las rudezas de la vida y
si en cambio crece en la tersa tierra de la gente buena.
El prestigiado Colegio Margarita
es el espacio natural para que la niña curse su educación elemental. Años
después su natural apetencia por enseñar y compartir le impulsan para estudiar
la normal primaria en el Complejo Educativo Ignacio Allende de esta ciudad.
De manera simultánea con su
formación académica, Berenice auxilia a su madre en una tienda de ropa. Ahí
ante el contacto natural con los
clientes, descubre que la personalidad humana es compleja, llena de
recovecos, con cimas y simas. Ella aún no lo sabe, pero en la forma de ser de
los humanos existe el material primigenio para
su veta como escritora.
Muy joven, en compañía de una
prima, corre la legua, llega a Canadá y después a España. Fuera de la patria
a nuestro personaje le sobreviene
un ataque de nostalgia. Añoranza que
detona los resortes interiores para que a través de la palabra, Berenice
ofrezca su particular lectura del mundo y la realidad.
De aquellos años a la fecha,
Berenice Flores construye los cimientos de su particular mundo que se expresa a
través de la literatura. De esos afanes una muestra:
Celaya Mía.
Calles que callan la conducta de
un pueblo,
anatomía desnuda con sigiloso
cuerpo vacilan hambrientas
de historias y recuerdos.
Torres, iglesias.
Encuentros compases de sueños,
luces de estrellas, Celaya mía
lugar
de mi vida y de mis muertos.
Tradiciones de barrio, folklore y
comida, rinconcitos de espera,
leyendas eternas que de boca en
boca
envidian a cualquiera.
Dulce Celaya mía de cajeta,
atardeceres de romance, sintonía
mágica de amor
y de recuerdos aprisionados al
destino de placeres
que evocan un idilio placentero,
terruño vivo de añoranzas
a los ayeres conviven con
historia y sus amaneceres.
Mercados, plazoletas, Bola del Agua
y Calzada.
Luces incandescentes, estatuas de
valentía a
los hombres que aquí lucharon.
Te comparto hoy un pedacito de
cielo,
un pedacito de vida
de este mi recuerdo lugar de mis
quereres
Evoco el recuerdo de mis calles
empedradas,
Los zaguanes abiertos de
inolvidables fachadas.
El kiosco encendido escenario de
orquestas y bandas marquesinas
que dibujan siluetas en la nada,
jueves y domingos las vueltas
encontradas.
¡Cuántos recuerdos!, flores al
Azahar, fiestas de la virgen del
Carmen, la Purísima y tierras
Negras, Barrio del Zapote,
Celaya,
Celaya mía.
Luna Llena
Equilibrio perfecto de placeres prohibidos
elevación sanguínea
recatos, atrevimientos imaginación celeste
mareas a distancia, barcos
cuna de lobos
pecados y sueños
luna llena, luna de queso
despertar de amoríos, locura de pasiones
droga de éxtasis frente a frente
luna blanca, luz de noche
guía, señalamientos, quietud
matiz
espejo
dulzura del sueño
desborde de sentimientos.
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