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Epidemia de 1833



Por David Manuel Carracedo, Cronista Municipal de Comonfort, Gto.

La humanidad ha sufrido el azote de las epidemias a lo largo de toda su historia, la peste fue tristemente cĆ©lebre en la Europa medieval y aĆŗn hoy la humanidad no estĆ” a salvo de viejas enfermedades de rĆ”pida transmisiĆ³n o, peor aĆŗn, de nuevos padecimientos igualmente contagiosos. En nuestro paĆ­s se recuerdan como las mĆ”s devastadoras las epidemias de viruela durante la conquista, la influenza espaƱola a principios del siglo XX y la epidemia de cĆ³lera de 1833.  A esta Ćŗltima hace referencia el tĆ­tulo de este artĆ­culo, buscando informaciĆ³n sobre otro tema en los archivos parroquiales, llamĆ³ mi atenciĆ³n una  nota titulada con grandes caracteres “Ɖpoca memorable”  Esta nota, misma que reproduzco dice:
Epoca memorable
Hoy 19 de Julio del presente aƱo de 1833 fue invadido Ć©ste Pueblo por la terrible Epidemia del Cholera Morbus sacrificando las victimas que en seguida se verĆ”n; y entonces fue cuando la piedad religiosa del Sr. Cura PĆ”rroco, manifestĆ³ su desinterĆ©s por lo respectivo a dros. De entierros.

En la pƔgina siguiente figura anexada al libro una circular remitida por el gobierno del estado de Guanajuato y que tambiƩn transcribo:


Por comunicaciones que ha recibido este Gobierno ha llegado a su conocimiento que el Cholera-morbus ha invadido la RepĆŗblica, apareciendo por primera vez en el Canton de Tampico de Tamaulipas, y aĆŗn hay quien asegure que se ha dejado ya sentir en la Villa de Tula de aquel mismo Estado.
            Una noticia de esta naturaleza ha llamado la atenciĆ³n del mismo Gobierno, quien encargado de cuidar la salud pĆŗblica del Estado ha tomado sin perdida de tiempo todas las providencias que ha creido convenientes, si no para evitar en lo absoluto el acceso del mal, si al menos para que sus estragos se disminuyan todo lo posible. Entre las medidas que sin duda son mĆ”s necesarias, un es en mi concepto la de que a los sepulcros se les de la mĆ”xima profundidad que se pueda, para quitar de esta manera ese principio de corrupciĆ³n que influirĆ­a muy poderosamente en los progresos de la epidemia; y estando Ć­ntimamente persuadido de que los sentimientos de Ud. En obsequio de la humanidad en nada pueden ceder a los que mencionan a este Gobierno, dirijo a U. la presente comunicaciĆ³n ecsitando esos mismos sentimientos, y suplicando a U. se sirva tomar sus mas activas providencias al objeto a que dejo enunciado, quedando con  la confianza de que contribuirĆ”  U. a mis deseos, no solo con la ejecuciĆ³n de esta medida, sino  con todas aquellas otras que le dicte su celo y estime conducentes al importante fin de favorecer la salud pĆŗblica, en que por todos aspectos debemos tomas con particular y muy decidido interĆ©s. 
            Esta ocasiĆ³n me proporciona la de reiterar Ć” U. todo mi aprecio y consideraciones.
            -Dios y Libertad. Guanajuato.
            Junio 26 de 1833.
                        Manuel Baranda
                        Vicente Partida

Sor. Cura Juez
Ecco. de Cahamacuero.

La Ćŗltima anotaciĆ³n, en la parte inferior izquierda del documento, parece indicar a quiĆ©n se dirigiĆ³ la circular; la abreviatura Ecco.  no significa ExcelentĆ­simo sino EclesiĆ”stico. Manuel Baranda, como sabemos, fue gobernador de Guanajuato y un destacado polĆ­tico liberal. Pero eso no es todo, dijimos en artĆ­culos anteriores que las fuentes documentales nos proporcionan informaciĆ³n incluso ajena a los fines por los que tales fuentes fueron escritas, en este caso, hojeando unos dĆ­as antes del 19 de Julio de 1833, las defunciones en Chamacuero, al menos las que se registraban en este libro ocurrĆ­an una cada dos o tres dĆ­as, es decir que podĆ­an pasar dos o tres dĆ­as sin que nadie falleciera.  Queriendo ser matemĆ”ticamente precisos podemos aclarar que en el segundo trimestre de 1833, es decir durante abril, mayo y junio de ese aƱo, hubo 41 decesos en Chamacuero, es decir, en promedio 1 cada 2.28 dĆ­as.
Que una epidemia se declare debe ser devastador para los pobladores de una ciudad, cuando una enfermedad que ya se esperaba se declara la alarma debe ser mucho mayor.  Aunque no fue esta una epidemia a nivel nacional, si estuvo presente en muchas ciudades de la repĆŗblica, las crĆ³nicas que describen el suceso en dichas ciudades, plasman siempre una imagen lĆŗgubre de calles abandonadas,  casas donde sĆ³lo se escucha el lamento de los enfermos y los panteones rebosantes de cadĆ”veres.  No sĆ© quĆ© tanto estas descripciones sean aplicables en nuestro pueblo, lo que es evidentes es que cualquier lugar en donde la mortandad se dispare varias veces el desaliento y la preocupaciĆ³n deben abrumar a los habitantes. 
Durante la Ɖpoca memorable que, de acuerdo con la nota citada, da inicio el 19 de julio las defunciones se multiplican al grado de que hay dĆ­as que se da sepultura a treinta personas, otros dĆ­as veinte, quince, siendo el peor dĆ­a el 30 de julio cuando fueron sepultadas treinta y cinco personas. Me imagino el pasmo y la depresiĆ³n que producirĆ­a ver fluir cuerpos y cuerpos hacia el cementerio, casi uno detrĆ”s de otro, como presagiando el propio destino de quienes atestiguaron tan dolorosas escenas.
La siguiente tabla nos da una idea del comportamiento de esta epidemia durante el tercer trimestre de 1833.



Como puede observarse el periodo crĆ­tico va del 20 de julio al 8 de agosto, notĆ”ndose una disminuciĆ³n  continua de la mortandad hasta el dĆ­a 12 de agosto, si bien el nĆŗmero de defunciones diarias continuĆ³ siendo anormalmente alto, la sola noticia de que estuvieran disminuyendo las muertes debiĆ³ traer una luz de esperanza para los chamacuerenses de entonces.  Hacia mediados de septiembre la mortandad estaba en los niveles previos a la epidemia, tan es asĆ­ que al tĆ©rmino del tercer trimestre, en el mismo libro se registra una escueta nota que dice:
Hasta aquĆ­ sesĆ³ en su totalidad la epidemia de Colera Morbus.
En tres meses murieron 530 personas en Chamacuero, un incremento de la mortandad del 1260%. En tĆ©rminos generales, las regiones afectadas vieron mermada su poblaciĆ³n en un 10%, es decir que la epidemia se cobraba una dĆ©cima parte de las vidas de  los habitantes en esos lugares. Creo que en nuestro pueblo el porcentaje fue mayor, no creo que Chamacuero haya tenido 5,000 habitantes en 1833, asĆ­ que el impacto de la epidemia pudo ser de hasta un 25%.
En estos dĆ­as el cĆ³lera sigue presente en el mundo y han existido epidemias hace muy pocos aƱos, afortunadamente hay medicamentos para curarla y las medidas para evitar la muerte por deshidrataciĆ³n suelen ser muy efectivas, del mismo modo se sabe que las medidas de higiene son fundamentales para evitar el contagio  y las condiciones higiĆ©nicas de nuestros dĆ­as son, necesariamente, mejores que las de 1833. Aun asĆ­ no deja de ser irĆ³nico que el contagio se produzca por el consumo de agua o vegetales contaminados. Del mismo modo las heces de los contagiados son la principal forma de transmisiĆ³n entre seres humanos. Si las personas de hace casi doscientos aƱos lo hubieran sabido, con unas pocas medidas precautorias hubieran disminuido el contagio y con ello la mortandad.  Y lo menciono porque casi cien aƱos despuĆ©s una epidemia mĆ”s vertiginosa y letal azotĆ³ el mundo entero y contra tal mal (la influenza espaƱola) las medidas precautorias que pudieran haberse tomado eran menos y menos eficientes.




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