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Dr. Felipe Cossío del Pomar




Por: Luis Felipe Rodríguez


San Miguel de Allende es un lugar afortunado. La naturaleza le fontanas de agua purísima que por siglos bañaron la ladera de sus cerros, pasada la gloria de Teotihuacan, un grupo cultural emparentado se establece en Cañada de la Virgen y, bendecida por la mano taumaturga de Fray Juan de San Miguel crece a la vera del camino Real proveyendo seguridad y mercadería a los viandantes. La guerra de independencia canceló su creciente industria, pero no su fortuna. Descubierta por ojos inquisidores ajenos reinició su generosa vocación de hospedería.

Carmen Masip, española de cuna, relata la llegada del peruano: “La luz dorada de la tarde encendía el pueblo, Don Felipe salió del Águila Azteca y subió su equipaje al tren de mulitas para emprender el viaje por el camino polvoriento. De pronto, sin aviso, apareció el pueblo. Don Felipe se quedó mudo y sintió la punzada del que descubre algo: “Esto va a ser mi pueblo; aquí quiero descansar de los años de camino en los que he recorrido el mundo y lo poco o mucho que sé, aquí lo voy a poner en práctica”.
Él mismo continúa la crónica: “Al llegar a las “puertas” de la ciudad, la mismísima España nos da la bienvenida desde el puente colonial que cruza el río Laja. Las mismas lavanderas de Salamanca o Talavera, los mismos jarales adornando la tierra parda.
San Miguel de Allende ha escogido la mejor hora para recibirnos. Un murmullo de rezo trasciende a linaje de trasabuelos. Es la hora de la oración. Tocan añejas campanas. Todo da la sensación de pretérito: los edificios desconchados, los zócalos musgosos, la hierba entre las desgastadas losas de las aceras, el empedrado de las calles, el andar lento de las gentes”.

“Aquella tarde recorrimos algunas de las calles e3strechas, mientras el sol oblicuo resbala sobre la monumental torre gótica de la parroquia, en la plaza principal. La primea impresión que tuvimos de San Miguel de Allende es de ciudad conventual y palaciega. ¡Cuántos restos de grandeza en los pórticos de la plaza, en los portales de piedra tallada, en los patios de las casonas! Arquitectura dieciochesca de sabor italiano: adornos de Churriguera y severidad castellana. Y todo con sentido mexicano”.La pausada vida sanmigueleña sobrevivía y no era, ni con mucho, un remedo de la gloria antigua. La independencia y la revolución la dejaron sin sus más ilustres hijos. Pero el marco esplendoroso brillaba debajo del polvo y el olvido. Agudos ojos le había ya descubierto. En el clímax de su vida profesional Pepe Ortiz, el Orfebre tapatío, se había avecindado aquí, a su boda vino otra estrella del firmamento artístico, José Mojica, quien se quedó prendado de la paz y belleza y se mudó también. Éste a su vez lo compartió con Dickinson y junto otros vecinos más como Leobino Zavala, formaron aquella legendaria Sociedad “Amigos de San Miguel”; cada uno de ellos convidaba a sus amigos a conocer el “pueblito más hermoso de México”, así llegan a la Granja “Santa Mónica”: “Tata” Nacho, Mario Talavera, Ortiz Tirado, Miguel Prado y muchos artistas más. Aquí encontró Don Felipe el sitio exacto para cumplir un sueño de toda la vida: una escuela de arte. 
Es fundamental el apoyo del también sanmiguelense Gral. Federico Montes Alanís para conseguir del presidente Cárdenas el ex convento de Las Monjas, entonces cuartel del ejército mexicano.
Felipe Cossío del Pomar nació el 31 de mayo de 1888 en la provincia de Morropón, en la región de Piura, Perú. Su familia estaba conectada con figuras importantes en Perú. También emparentado con Paul Gauguin por el lado materno. Estudió en Lima en el Colegio de Guadalupe, graduándose en 1904. Luego comenzó el estudio de Letras en la Universidad de San Marcos. Sus padres querían que se convirtiera en abogado. Por esta razón, en 1906 navegó a Europa para estudiar Derecho en la Universidad de Lovaina. Sin embargo, decidió quedarse en Bruselas y en la Universidad Libre estudió bellas artes durante tres años. Luego estudió y trabajó como artista en París hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914-18). Se convirtió en parte del círculo bohemio en París dirigido por Pablo Picasso, Marc Chagall y Henri Matisse.

En 1917, fue muy solicitado en Estados Unidos por su talento como pintor de retratos en el estilo modernista. Después en Perú, en 1922, obtuvo el grado de Doctor en Letras con una tesis sobre la historia de la pintura en el Cuzco. En 1924, la naciente Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) formó sus primeras secciones en México, Cuba, Panamá, Guatemala, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Argentina y Uruguay. De regreso a Estados Unidos en 1925, formó una importante base de apoyo para el APRA. Pasa a México, y Diego Rivera que le introdujo a las formas y colores del arte tradicional azteca. En 1926 visitó la ciudad de San Miguel de Allende y quedó encantado por la calidad de la luz. Volvió a Europa en 1929, donde vivió en Bruselas, Florencia y París. En Francia trabajó con los surrealistas André Breton y Louis Aragón. Luego se trasladó a Buenos Aires y Santiago de Chile. En 1935 Cossío fue colocado en una lista negra, amenazado con arresto inmediato si volvía al Perú, y la venta de sus libros estaba prohibida.
En el 1937 llega a México y regresa a San Miguel. Consigue apoyos múltiples. Se restaura el ex convento y se adapta para escuela con talleres varios. Don Ramón Zavala construye, frente al jardín principal, un hotel con servicios adecuados a la época. Muchas familias hacen adecuaciones a sus casas para completar las necesidades de hospedaje. Se capacita a personas para el servicio doméstico, Stirling Dickinson fue nombrado director de estudios artísticos, etc. La afluencia de estudiantes trajo nueva prosperidad.

Al llegar a la ciudad vive brevemente en la casa de José Mojica y adquiere luego una derruida casa a la que restaura y llama: la “Ermita” por estar contigua a la capilla así conocida, más adelante adquiere el rancho el “Atascadero” a donde se habrán de hospedar muchos ilustres visitantes: Alfonso Reyes, Daniel Cossío Villegas, Jesús Silva Herzog, Enrique Diez-Canedo, Juan de la Encina, Paulino Masip, Ángel Zárraga, León Felipe, Jules Romain, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, etc. etc.
La escuela Universitaria de Bellas Artes nace con padrinos de gala: Chávez Morado y Rufino Tamayo con sus respectivas Olgas, quienes fabrican casa cerca del Atascadero, se agregan también: Pablo O´Higgins, Carlos Mérida, Alfredo Zalce, Federico Cantú, Pedro Martínez y Archipenko.
Cossío del Pomar regresó al Perú en 1945 cuando el gobierno concedió amnistía a los exiliados. Vendió sus propiedades y la escuela, al Lic. Alfredo Campanella quien trae a David Alfaro Siqueiros como maestro. Gracias a las gestiones de Dickinson los Estados Unidos reconocen los estudios en el extranjero realizados por los soldados veteranos de la guerra.

Cossío volvió a San Miguel de Allende en 1950, descubrió que la escuela anterior había sido arruinada por Campanella, y fundó una nueva escuela con la ayuda del ex gobernador de Guanajuato Don Enrique Fernández Martínez. Compraron el ruinoso palacio renacentista del siglo XVIII casa solariega de los señores De la Canal. Renovaron el edificio, y también levantaron un hotel para los visitantes. Stirling Dickinson se convirtió en director de arte del recién inaugurado “Instituto Allende”. La sociedad no duró, pero la escuela fue un éxito.
Cossío permaneció en México hasta 1954, luego se trasladó a Madrid. Vivió allí hasta 1959, cuando se trasladó a La Habana tras el éxito de la Revolución Cubana y en 1961 volvió a España a Valencia; fue el período más prolífico de Cossío. Regresó a vivir en Perú en 1980, de 92 años, y murió al año siguiente. Aunque murió en Lima, había arreglado que sus restos fueran enterrados en la ciudad de Piura. Dejó a la ciudad su colección de arte privada con el fin de erigir el Museo de Arte.
Hoy el ex claustro luce su prístina belleza y los murales de sus paredes nos recuerdan a los grandes artistas y excelentes alumnos que ahí convivieron. Como Don Felipe Cossío, muchos han contribuido para que San Miguel esté en la lista de lugares visitables, pero el posicionamiento de la ciudad es obra múltiple y compleja. El cronista de Guanajuato Dr. Eduardo Vidaurri dice que ya en la Guía Campbell´s de 1891 se les sugiere a los turistas norteamericanos que visitan México incluir ciertos lugares del estado de Guanajuato y ahí se encuentran recomendaciones de hoteles, médicos, etc. hasta menciona de ofrecer cierta “propina” a los encargados. En 1948, la revista Life publicó un artículo sobre este paraíso: un pueblo de artistas, rodeado de montañas, con un clima maravilloso y donde, por muy poco dinero, se podía rentar una casa, contratar modelos y beber un delicioso líquido llamado: tequila, (Masip, 1996).

Muchos me han preguntado con las más variadas intenciones ¿Qué tiene San Miguel de especial para que tantos artistas de todas las disciplinas lo elijan para vivir o visitar?; tal vez necesitemos ser un poco poetas, ya que otro bardo dijo alguna vez: “hay que ver las cosas con los ojos del espíritu”; todos podemos compartir esa facultad si realmente lo queremos: las nubes no son solamente nubes. Pueden tomar la forma de innumerables cortesanos moviéndose alrededor de alguna mística reina de los espacios celestes; o puede ser un rebaño de camellos marchando al través del desierto, o, tal vez, como me lo dijo un Principito que llegó de un país lejano: "Que sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos."
Cossío del Pomar opinaba: "Soy un convencido que de Dios viene el mensaje de lo bello y que, por consiguiente, lo bello es bueno por provenir de Dios. Por eso he querido contribuir a la vida espiritual de las generaciones presentes y futuras... a través de esa lamparita, que se llama arte".

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