Señor de la Columna
Por: Luis Felipe Rodríguez
El sábado de la semana
de Lázaro –provistos de faroles, paliacates, velas, frazadas y bordón-, al
pardear la tarde, van camino de Atotonilco los romeros, dice Don Franco
Barajas. Al filo de la medianoche sale
del templo el Señor de la Columna envuelto en mantas y sedas para preservarlo
del relente y del polvo, y lentamente se inicia la procesión de 12 kilómetros
durante la noche. Ciertamente los sanmiguelenses han apelado a las
taumaturgas imágenes de Cristo para buscar la salud y la solución de sus
problemas.
Jesús Nazareno es el patrono del Santuario de Atotonilco, ha
sido desde el siglo XVIII la representación consentida de la veneración de los
habitantes y ejercitantes de la Casa de Ejercicios fundada por el Padre Alfaro.
Luis Arana comenta que en 1812 esa imagen fue llevada a la villa sanmiguelense
por el Padre de la Elguera, a la sazón prepósito del Oratorio de San Felipe
Neri, con motivo de una epidemia de peste que amenazaba a la población. Por motivos
similares es vuelta a llevar en 1846.
Pero en el Santuario atotonilquense existe otra imagen de Jesús
que recibe las preces de sus fieles a quienes corresponde con inmensa
predilección, el Señor de la Columna. A esta imagen se le rinde culto en un
nicho de la pared sur del Santuario. Es una escultura de Jesucristo de tamaño
natural en el momento de la flagelación, en madera policromada. La tradición
menciona que fue un encargo del señor Cayetano Vargas por haber obtenido un
milagro. La obra no satisfizo al patrocinador y fue necesario un nuevo escultor
que fue el Padre Remigio González (el mismo encargado del Santuario en
septiembre de 1810 y cuyos restos descansan en la cripta parroquial). Esta
ocasión si fue de su agrado y es la conocemos actualmente. La primera está en
el templo del Tercer Orden de San Francisco.
Se sabe que la primera visita que realiza a San Miguel es en
1823. A partir de entonces es tradición ir por ella para traerla en
peregrinación el sábado de la semana anterior a la Semana Santa y su regreso a
Atotonilco, y será regresada a su lugar de veneración el jueves de la semana de
Pascua. Hace años, la imagen era regresada a la Casa de Ejercicios durante la
noche por ser requerida por ser parte de
las actividades durante las tandas de ejercitantes. Durante la gestión del
padre Luis Parra se hizo una tercera imagen del Señor de la Columna que desde
entonces habita en ese santo lugar y se terminaron las “fugas” nocturnas del
Flagelado.
A más de la autorización eclesiástica necesaria para
realizar este acto multitudinario existe un patronato que se hace cargo de la
organización. El encargado actual es Miguel Ángel Ramírez quien heredó de su
padre don Miguel dicho encargo. El equipo que preside se presenta a las ocho de
la noche en Atotonilco para bajar las imágenes de Jesús, María y San Juan. Se
les prepara para el viaje cubriéndolas con mascadas de seda para preservarlas
del relente y del polvo. A las once de la noche salen del templo y reciben ahí
la bendición del párroco el Señor Cura Fernando Manríquez Cortés. Se inicia la
procesión que deberá llegar a la una de la mañana al arroyo de los Alambres
(rancho de Santa Margarita), un poco antes de las dos de la mañana estarán
llegando a la capilla de la Cruz del Perdón en donde el Padre Fernando oficiará
una misa y proseguirá el cortejo, calculando llegar al Arroyo de la Arena a las
seis de la mañana porque a las siete deberán entrar en la Avenida Independencia
en donde se inician las posas que son los lugares en donde depositan las
imágenes para descubrirlas.
Para entonces cientos de personas más se habrán apostado
para esperarlos y atestiguar el momento en que les son retirados los lienzos
que las cubrieron y que son demandadas por los fieles para, dice Franquito: envolver unciosamente el rostro de algún
expirante y fijaran sus “quijadas” yertas; así irán acompañándolo hasta el “más
allá” aquellas sedas tocadas con la sagrada imagen del Redentor.
La nocturna peregrinación se alarga para los jóvenes que
acompañan a los adultos y el paso lento y denso agrega peso a las piernas y los
párpados. Los mayores, al contrario, por su fardo mayor, sacan fuerzas de
flaqueza y porque el camino es regado con rezos, alabanzas y… lágrimas, que
imploran perdón y misericordia. Al paso lento de los cargueros que llevan el
peso de las imágenes sobran interesados en querer así ofrecer un sacrificio
corporal. Por desgracia, al regreso de las imágenes el jueves de pascua no
sucede lo mismo. Se cuida la talla de los seleccionados, algunos, arguyen el derecho
que les da el venirlo haciendo desde hace muchos años.
La Virgen Dolorosa es llevada a hombros por voluntariosas
damitas que también reclaman ese derecho de género y San Juan completa el sacro
grupo a hombros de jóvenes que, como en los casos anteriores, sobran. Antaño, el
camino era, iluminado por machones de ocote, después faroles y hoy por lámparas
Los cohetones anuncian la llegada a la población. El
patronato organizador distribuye tareas que son cumplidas con prontitud y
precisión. San miguel se ha mudado a las goteras de la población. Los judíos y
romanos, ataviados con vestimenta de época se apoderan de Jesús quien es
asegurado por un rudo lazo y cuerda al cuello, Él se deja conducir con
mansedumbre por un camino trazado de palmas, una verdadera selva de flores y
adornos. Su espalda desollada horroriza y sus ojos tristes buscan una respuesta a
su dolor. Sólo un cendal cubre parte de su cuerpo. A poca distancia le sigue María, su madre, lacrimosa, enfundada en un manto de terciopelo azul y San Juan se distingue por
su tradicional vestimenta roja.
El camino de las posas al templo de San Juan de Dios se
recorre con dificultad por la cantidad de personas que esperan. El piso es
regado con pequeñas ramas de mastranto, heliotropo, fresno, hinojo, manzanilla
y pétalos de rosas. Todas las casas de esas calles lucen flores de papel de
china y macetas o floreros. Un auténtico túnel de arcos de flores.
Los limpios
pisos están cubiertos por alfombras de aserrín con figuras y símbolos semanasanteros.
La orquesta y coro infantil desgranan los sentidos cantos de pasión que
devuelven iconografías de un ayer que pensábamos perdido en la memoria. Se
insiste en la seguridad de los participantes a quienes se pide que no se
adelanten demasiado al grupo y que tengan cuidado en el trayecto. Los cuerpos
de emergencia hacen su labor. Los comerciantes la suya.
Al encuentro de los peregrinos, cubierto con capa pluvial, el
encargado del templo de San Juan de Dios va a su encuentro acompañado por el
acólito turiferario y quienes portan la Cruz Alta y los ciriales. Recita una
oración salutatoria, bendice las imágenes se reanuda la marcha por calles
pletóricas de personas. Olor a incienso, voces infantiles, campanas a vuelo,
cansancio, sonrisas, felicidad, corazones acelerados. Sólo los cantos de pasión
y las lánguidas melodías de la flauta de carrizo nos recuerdan que es cuaresma.
Al llegar al atrio de San Juan de Dios, no cabe un alma más, se depositan las imágenes y
se celebra una misa pontifical presidida por don Benjamín Castillo Plascencia.
San Miguel, como el mundo entero, necesita la paz y, respetando
su punto de vista, no “fuimos” por Cristo, es Él quien viene por nosotros en
esta cuaresma que es un tiempo de misericordia, un tiempo de bendición; en latín
bendecir se dice benedire, que
significa: decir cosas buenas. Esta peregrinación es un itinerario de regreso
al Señor. Ése que por amor nuestro permanece fijado por hierros en un madero y que hoy,
nos visita, flagelado. Esas manos que prodigan perdón, misericordia y salud
están maniatadas. Ésas que lavaron mi cabeza dándome la bienvenida en mi bautismo, hoy lavan
mis culpas con su sangre que a borbotones salta de esa piel hecha girones. No,
no lo fuimos a buscar y traer, él ha venido; dejémonos encontrar. Porque antes
de acompañarlo en el Monte Tabor, hay que pasar, con Él, en el Monte Calvario. Es
la oportunidad. En la parábola bíblica el ciego de nacimiento no recibe gratis su salud. Jesús trabaja sus
ojos con barro y saliva, pero el ciego tiene que colaborar lavando sus ojos, sólo así
llega a la luz. Dios respeta nuestro albedrío. Porque, como decía Agustín con una
expresión muy conocida: «Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti».
La presencia de la imagen del Señor de la Columna es motivo
de una peregrinación nocturna que es ya no una costumbre sino toda una
tradición. Muchos lo recordamos la mañana de viernes santo camino a la
parroquia de San Miguel para participar en ceremonia del Santo Encuentro. Las
mujeres lugareñas reciben a los visitantes del huésped de San Juan de Dios con los
tradicionales taquitos de piloncillo, galletas de hormiguero y otras delicias
culinarias pero lo importante lo dijo Fray Jacob Aranaz: durante algunas semanas nos visitará y lo visitaremos; oirá nuestras súplicas;
nos perdonará y hará posible lo imposible.
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