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Posadas públicas

Por: Luis Felipe Rodríguez


Con todo el entusiasmo necesario el Arq. Gustavo Vidargas y su personal de la Dirección de Cultura ha emprendido la nada fácil tarea de continuar con las posadas públicas en la ciudad. Una costumbre que tuvo mucho éxito antaño y que después fue perdiendo brillo con el paso de los años merced a los abusos de varios de los participantes. Él recuerda que al paso de los peregrinos varias familias ofrecían dulces, la familia Alcalá lanzaba sombreros, la familia Zavala lanzó pequeños paracaídas con dinero, Rodolfo Pérez charolas, etc.
Don Donato Almanza hizo una interesante crónica sobre las posadas públicas de 1913 que publicó el Vocero del norte en diciembre de 1960 en la que menciona a las personas, que en plena revolución, participaban de las posadas con gran fervor llevando el misterio de templo en templo por las calles sanmiguelenses; en alguna plática con don Genaro le concedía a Don Eulalio Nava el haber rescatado esa hermosa costumbre que, lamentaba, se fue corrompiendo por los desórdenes de algunos jóvenes. Don Eulalio vino de San Felipe y aquí caso con la Srita. Ángela Rodríguez en 1926. Tuvieron su botica en la calle de Relox donde ahora está la panadería de La Colmena. Todavía la puerta central de ese negocio tiene una pequeña ventana por donde se despachaba el medicamento durante las guardias nocturnas que entonces se acostumbraban para lo cual consultábamos el rol correspondiente en la inspección de policía. Más adelante compraron la casa de don Federico Silva que está en la esquina de Relox y Mesones donde hasta hoy sigue como imagen viva de aquel tiempo, la Botica de Santa Teresita.

Don Eulalio fue presidente municipal en el período 1939-1940, Manuel, su nieto, recuerda que Angelita le  contaba que más que obtener un beneficio económico el puesto requería que se le inyectara dinero de su bolsa por la precaria situación de la hacienda municipal, así que ella necesitaba estar al pendiente de no permitir que la botica sufragara gastos comunales. Para que los vecinos olvidaran un poco los problemas con las incursiones de “los del cerro”, “los pelones” y “los colgados” le pidió a los vecinos que revivieron las posadas públicas por lo que visitó a don Antonio Correa Redondo, juez del Registro Civil para que dirigiera el coro y le “prestara” a su hijo Antonio (Correa Téllez) para que saliera de San José en el “carrito de la posada” que era el carretón de la basura. Aunque el chico no estaba de acuerdo su papá lo comprometió y tiempo después llegó el sastre y le tomó las medidas para el traje josefino. La Virgen María fue representada entonces por la joven Antonia  Sánchez. Otra pareja que representó a la Sagrada Familia fueron: Doña Carlota Ríos y Don Francisco Nieto.
Don Eulalio tenía un equipazo el Patronato de las Fiestas Patrias y Regionales lo formaban los inolvidables: J. Cruz Téllez, Gabriel Vidargas y Rodolfo Pérez quienes a su vez se apoyaban en otros sanmiguelenses no menos entusiastas: Doña Carmen Ortiz, Cándido y Silvestre Gómez, Don Antonio Correa, José Rodríguez el “Santero”, Juan Espinosa el “Burrita”, etc. don Genaro Almanza recuerda que para los días 24 y 25 de diciembre salían carros alegóricos como temas como: El Nacimiento, el Portal, los Tres Reyes, la Sagrada Familia y otros más. Quienes elaboraban la estructura de ellos eran los carpinteros Miguel López, Antonio Zarate y el famoso “Burrita”.
Como reminiscencias de aquella época tenemos, primero muchos recuerdos; creo que muchos alcanzamos a ver y disfrutar de aquellas posadas públicas cuando el carrito de la posada era llevado de templo en templo, en las calles por donde pasaba se adornaba como dictaba la costumbre de entonces: luces, faroles de papel y piñatas, las que despues eran “sacrificadas” por los mismos participantes. A su paso varias familias regalaban bolsas de fruta, dulces y ponches. Al frente del contingente niños vestidos de pastores, el ermitaño, el coro y los músicos. Al llegar al templo correspondiente había repique de campanas.

En el Jardín Principal se colocaba un Nacimiento muy grande con esculturas que elaboró el mismo José el “Santero” y, menciona don Genaro, se utilizaron de 1940 a 1977 cuando fueron recogidas al templo de Santa Ana. A petición del Santero don Genaro nuevas esculturas pero, como nadie coopero para sufragar los gastos el señor Almanza se las llevo y las presta cada año para seguir la tradición del nacimiento del Jardín del 24 de diciembre al 6 de enero.
Si bien las posadas publicas sufrieron un deterioro en su desarrollo en muchas colonias se inició esa costumbre; uno de los primeros lugares fue la colonia Allende donde los hermanos Correa organizaron a los vecinos e implantaron esa bella costumbre. Braulio y sus hermanas, además de ser excelentes cocineros, eran ajonjolí de todos los moles pues lo mismo hacían pollos enchilados para la nochebuena que máscaras para los locos. Sólo la enfermedad y los años han podido menguar la meteórica actividad de los Correa, dignos hijos de don Gonzalo Correa el famoso “Payaso”. De la misma forma otras colonias llevan a cabo la celebración de los Santos Peregrinos y llevan su misterio de casa en casa para regocijo de los pequeños.
También hubo un tiempo en que una institución hace cincuenta años estuvo muy activa y organizaba posadas entre sus miembros, me refiero al Consejo de Caballeros de Colón. Yo asistí algunas veces cuando estuvieron en Sollano y Pila Seca pero hay quienes las recuerdan también en Recreo y el ex convento de San Francisco. Como los miembros eran muchos se formaban diversos grupos que organizaban cada una de las jornadas y era una sana y alegre competencia en el arreglo y los obsequios a los asistentes, la mayoría familiares de ellos mismos. Sólo queda en la memoria aquellas celebraciones y esas imágenes que se han perdido en aras de la modernidad pues los adornos eran cadenas de papel de china de colores, faroles del mismo material, pequeñas piñatas, canastitas de cartoncillo adornadas primorosamente. Se conservan hoy en muchos hogares la costumbre de rezar el rosario, pedir posada llevando una velita encendida y quemando luces de bengala. El olor de las ramas de pino del Nacimiento, mezclado con el aroma del ponche caliente son característicos de esta festividad que son las posadas antesala de la Nochebuena.
Una etapa que tuvo San Miguel de Allende que le dio mucho auge a las celebraciones decembrinas fueron las Pastorelas. Muchos las recordamos como las pastorelas de Masha porque fue esa fantástica mujer la que les dio vida. Si bien, salvo la primera, no tenían mucho parecido en la trama de las obras tradicionales. Montadas en una esquina del jardín del Centro Cultural “el Nigromante”, las pastorelas eran recreadas por Rubén Pérez Freeman quien utilizaba a los diablos de siempre y los pastores clásicos como: Gila, Lucinda, Bartola, Bato, Fileno, Bartolo, etc. actualizaba el diario discutir con temas actuales y locales lo que causaba la hilaridad y retenía la atención de la obra que era desarrollada un cuadro de actores encabezados por don Fernando Lámbarri, Rubén Pérez, Gloria Sautto y una docena de actores más. La obra era aderezada por diversos bailables en donde participaban sus alumnos de las clases de baile y ballet que tenía a su cargo la genial maestra Masha Bello. Horas de diversión, cúmulo de recuerdos felices.
Herederos de una gran tradición histriónica los miembros del Grupo de Aficionados al Teatro siguen ofreciendo pequeñas obras desde hace ya 27 años. Si bien han renovado los actores las obras clásicas perduran: La Vida y obra de Don Ignacio de Allende, durante enero y septiembre y en diciembre la Pastorela no faltan en el menú sanmiguelense. Se han apagado grandes enamorados del teatro como lo eran don Blas García Sautto, don Luis Caballero Villafranca, la maestra Inés Soria Villafranco pero el grupo sigue liderado por don Lupita Hernández. Felicidades.
Quisiera terminar este recuerdo compartiendo con ustedes lo que sucedió a Toño que se reusaba a participar como San José pues resulta que, a pesar de su primera reacción, Toño se casó con la Srita Antonia Sánchez Grimaldi en 1950 y sus hijos fueron: Enedina,  José Antonio,  Gerardo, Felipe,  Magdalena, Fernando, Ricardo,  Alejandro,  Francisco y Rodrigo. Su interés laboral no era el servicio postal sino la mecánica y su placer era enfundarse en el overol y aprender con don Guicho aquel chófer de los camiones municipales pero había que comer y se le presentó la oportunidad de ingresar al servicio de correos como interino y éste se convirtió en base casi inmediatamente por la renuncia del titular.
A Toño lo bautizaron en: ¡no me lo va a creer! en la casa de Chavalala, en la calle de Hernández Macías. Ahí vivió el mayor Cervantes, casa de don Salvador de Lara y doña Evelia. Sí, lo bautizaron ahí por la persecución religiosa pues nació el 13 de junio de 1928. Tiempos difíciles en que el padre Chanito arriesgaba su vida llevado el culto brincando azoteas.


Toño fue una persona amable y un esposo enamorado, fue un padre preocupado de su familia la que pudo devolverle ese cariño durante los doce años que estuvo viudo al llevarlo a conocer muchas de las bellezas que tiene EEUU y donde sufrió su clima pero también disfrutó de grandes partidos de su deporte favorito. Finalmente fue a su encuentro donde ahora mismo ha de estar carcajeándose de este escrito que trata de resumir largas conversaciones sobre una  vida de trabajo y amistad. ¡Y pensar que todo empezó en aquel diciembre actuando forzado de San José!

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