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LOS FRANCISCANOS Y LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE CELAYA

Hist. Estefanía Juárez Herrera
Área de Investigación
Museo de Celaya, Historia Regional

LOS FRANCISCANOS Y LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE CELAYA

Complejo conventual de San Francisco
Durante el año de 1524, llegó una embarcación en la que arribaron doce religiosos franciscanos, a los que siguieron otras flotas. A partir del año de 1525, fue cuando los franciscanos comenzaron a fundar sus conventos;[1] estos establecimientos se erigían de manera improvisada para atender las necesidades mínimas del conjunto religioso por su limitante económico, debido a que su principal regla consiste en renunciar a los bienes materiales para predicar con el ejemplo; por tal motivo, fijaron eremitorios o espacios de clausura consideradas como antecedentes remotos de los monasterios.
     A finales del siglo XVII, la Orden de San Francisco ya había establecido la provincia del Santo Evangelio de México, y dependiente de ésta, existía la de San Pedro y San Pablo de Michoacán, a la que perteneció la recién fundada Villa de Zalaya. Su recién instaurado sistema político-ideológico, generó una invaluable aportación a la historia: la aparición de las primeras crónicas como instrumentos de propaganda para la misión evangelizadora y el control de comunidades indígenas. Mediante éstos textos, escritos durante los primeros años de conversión, los cronistas retrataban una “edad dorada” en la que los indios se habían convertido instantáneamente al cristianismo por la verdad y bondad de la religión.
     La orden de los franciscanos, llegó a ocupar la mayor parte de las poblaciones guanajuatenses, dejando vestigios indelebles de sus costumbres y políticas debido a que, en su paso por los pueblos de indios, los franciscanos iban introduciendo la agricultura y el cuidado de animales traídos desde Europa para ganadería. Sus principales asentamientos, se encontraban en los pueblos de Apaseo, Acámbaro, San Miguel el Grande, Chamacuero, San Juan de la Vega y León; incluso, fueron ellos los anunciantes del evangelio en la recién fundada Villa de Nuestra Señora de la Concepción de Zalaya.   
     Solamente habían pasado dos años de la fundación de la Villa, cuando el Virrey Martín Enríquez de Almansa autorizó la estancia de los franciscanos en el territorio el 18 de noviembre de 1573; en el mismo permiso, el Virrey ordenaba al Alcalde Mayor dejar únicamente en manos de los franciscanos éste ejercicio, para que sin ningún obstáculo, pudieran edificar su monasterio.
     Ciertamente, el primer templo de Zalaya, donde se profesó culto fue en una pequeña ermita establecida en el antiguo poblado de Nah-tha-hí; no obstante, debido a sus reducidas dimensiones, dificultaba el adoctrinamiento de los indios, por lo que decidieron apresurar la edificación del templo en honor al Patriarca de Asís para trasladar ahí la imagen de la Inmaculada Concepción. Para el 2 de febrero de 1683 se bendijo y colocó la primera piedra del templo actual,[2] las bóvedas se cerraron hasta el año de 1715, y finalmente, diez años después, el 30 de mayo de 1725, se concluyó su ostentosa torre.
ESTABLECIMIENTO DEL COLEGIO DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN
Fachada del Colegio de la Purísima Concepción

Durante el trascurso del siglo XVII, el número de misiones establecidas aún era bajo en relación a la numerosa población indígena. En consecuencia, la doctrina inicialmente impartida fue poco profunda, lo que provocó en la población de indios, que a pesar de haber sido evangelizada, continuara con sus prácticas paganas. Como solución a este problema se fundaron Colegios Apostólicos, mediante los cuales adecuaron la preparación de los misioneros a las circunstancias de cada región. La actividad de los frailes evangelizadores incluía demás de la catequesis, la enseñanza de la lectura y la escritura, el castellano -obligado desde 1550-, el canto, la música, pintura y escultura principalmente de imágenes religiosas. No obstante, fue hasta fines del siglo XVII, que en algunas zonas de la Nueva España, comenzaron a admitir indígenas.[3]
Los frailes franciscanos siempre estuvieron pendientes respecto a la educación; para entonces, los habitantes de la Villa de Zalaya habían tenido a su disposición la escuela parroquial para ser instruidos por los frailes. Sin embargo, se había convertido en una necesidad el establecer otro edificio dedicado a la docencia. Para el año de 1610, fueron derrumbados los cuartos de adobe que formaban las antiguas celdas del monasterio y se iniciaron los trabajos para edificar un colegio de religiosos;[4] finalmente en el año de 1624, se fundó el Colegio de la Purísima Concepción.
      Debido a los fundamentos de los franciscanos, no administraban dinero propio, sino que vivían de limosnas y de los productos que les enviaban de los reinos de España e Indias. Afortunadamente en aquella época, contaban ya con benefactores que disponiendo de fuertes sumas de dinero, les proporcionaban lo suficiente para obras piadosas; uno de los más sobresalientes fue don Pedro Núñez de la Roja, originario de la villa de Azuaga en Castilla.
     Este personaje enfermó de gravedad poco tiempo después del fallecimiento de su esposa, Ana Ortiz, y se dispuso a hacer su testamento; llamó al Ministro Provincial de los Franciscanos, Fray Juan López, manifestándole que era su voluntad dejar al convento de San Francisco toda su fortuna para apoyar el establecimiento de un colegio donde los religiosos estudiaran Artes y Teología en compañía de los jóvenes españoles y criollos de la población, dejando como custodio de su voluntad, al comerciante Gaspar de Almanza,  también vecino de la villa.[5]
     Después de la muerte de Pedro Núñez de la Roja, en Noviembre de 1617, se cumplió su voluntad. Una vez que se encontraron con los recursos suficientes para echar a andar el proyecto del Colegio, Fray Juan López, aproximadamente en 1623, expuso ante el Definitorio de la Provincia, la importancia de tramitar en Roma la dispensa de su regla respecto a la cláusula que determinaba la prohibición que tenía la Orden franciscana para heredar rentas o patrimonios y la confirmación de la fundación del Colegio, debido a que el establecimiento de dicha institución, no sería sencillo. Finalmente, el Papa Urbano VIII  emitió una Bula, el 15 de Octubre de 1624, en la que comunicaba que aprobaba la fundación de dicho Colegio.
Las clases se iniciaron el 8 de Noviembre de 1638 con los cursos de Gramática y Artes; posteriormente, se iniciaron también las cátedras de lengua castellana, latina, francesa, tarasca, otomí y mazahua; además de las reglamentarias como matemáticas, física, lógica, metafísica, teología, ética y religión. Como Colegio, poseía además reglamentos particulares, como las providencias y mandatos establecidos por fray Fernando Alonso González, quien además dotó a la institución de una selecta biblioteca y becas para los colegiales. Seguramente su inicio fue complicado, debido a que una vez más, los limitantes económicos impedían contar con la infraestructura para albergar a los estudiantes.
LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE CELAYA

Casi después de un siglo en el que el colegio de la Purísima Concepción se había establecido formalmente, Fray Juan Barrientos, envió una solicitud al virrey de la Nueva España, Juan de Acuña, en la que exponía la importancia de que el Colegio de la Purísima Concepción obtuviera los privilegios de Real Universidad para que quienes estudiaban en él pudieran obtener la gracia de titularse avalados por la Real Universidad de México; como lo hacían los colegios de Puebla, Querétaro y Oaxaca. En esta carta, exponía además el beneficio que obtendrían todos aquellos jóvenes originarios de la ciudad carentes de recursos económicos para trasladarse hasta la Ciudad de México: “muchas serían las almas que se salvarían de la condenación eterna, al irse desterrando de la juventud los hábitos de pereza y ociosidad en que se originaban los vicios que la corrompían”.[6]
     Desafortunadamente, el Claustro Mayor de la Real Universidad Pontificia de México negó el primer intento de concederles dicho privilegio argumentando que desde su fundación concedida por el Papa Urbano VIII se especifican sus funciones. Sin embargo, esta no fue la resolución definitiva, pues contaban con el amparo del Virrey, quien consideró apropiado establecer una Universidad en el Colegio de Celaya y no titubeó en aprobar el proyecto el 17 de diciembre de 1725.
     Después de concluir las gestiones necesarias, únicamente quedaba organizar los procesos de admisión de estudiantes. Poco tiempo después el comunicado se hizo público, en este se especificaba que a todos aquellos aspirantes a cursar sus estudios en el Colegio del Señor San Francisco, se les requería su fe de bautismo, para así comprobar su ascendencia, misma que preferentemente debía ser española. Se especificaba además a los indios que desearan matricularse como alumnos del Colegio, que debían contar con algún título de pureza o cacicazgo; haciendo un especial énfasis en que los mulatos, mestizos, lobos, judíos o con antecedentes familiares de haber sido juzgados por la Santa Inquisición, quedaban fuera de esta convocatoria.[7]
     La Universidad empezó sus labores basadas en los regimientos de Salamanca, España, a petición del Oidor Farfán; ante esta situación el Claustro de la Pontifica de México volvió a poner resistencia; no obstante, la dificultades fueron superadas y en el año de 1668, su propia Constitución fue impresa. Para entonces, sólo se otorgaban los títulos de: Maestro en Filosofía y Teología, Licenciado en Leyes; Doctor en Leyes y Medicina. Los textos con los que formaron a los pupilos de esta universidad, eran principalmente aquellos escritos por: Hipócrates, Galeno, Averroes Aristóteles y sus intérpretes.[8]
     La Universidad Pontificia de Celaya continuó sus labores de servicio y enseñanza de 1728 a 1857, con excepción del periodo de la Guerra de la Independencia y la secuela de disposiciones contra la Iglesia. Para el año de 1859, se habían suspendido definitivamente las cátedras y la inscripción de la fachada Collegium Universitatis se había cambiado por la de "Cuartel Independencia". El edificio había pasado a la administración pública debido a las leyes de desamortización de bienes de la Iglesia; la parte que estaba dedicada a monasterio y colegio, fue ocupada por el ejército, al norte para caballería y al sur la infantería.
     Quedando descontenta la población, se decidió acondicionar un espacio de lo que fue aquel antiguo centro de educación para establecer allí un Colegio Civil, que llevaría por nombre de "Colegio de la Purísima". Finalmente, el colegio reanudó su labor dependiente del estado, convirtiéndose así en el nuevo centro de conocimientos a la vanguardia. Incluso, cuando el Archiduque Maximiliano lo visitó en el año de 1864, quedó gratamente sorprendido al comprobar que: “en el plantel escolar de una modesta población de un país que era tenido en Europa por inculto y atrasado, estuviera ya implantado el "Sistema Métrico Decimal" que por aquellos años apenas si comenzaba a ser difundido en las naciones más cultas del Antiguo Continente”.[9]
      Entre los años de 1913 y 1914, después de haber estallado la Revolución Mexicana, por mandato de las autoridades civiles, volvieron a expropiarse de algunos conventos de la Provincia de Michoacán, para convertirlos en cuarteles militares. Y a pesar de que a los pocos años se hicieron intentos de reorganizar la provincia, la persecución desatada en la década de los años veinte hacía a los religiosos conocida como “Guerra Cristera”, impidió que el convento fuera regresado para la administración eclesiástica. Poco tiempo después, el historiador celayense Luis Velasco y Mendoza conformó la Asociación civil Celayenses Residentes en México, para que el ex convento fuera devuelto a los frailes franciscanos, y finalmente el jueves 26 de enero de 1950, por decreto presidencial, el Convento de San Francisco de Celaya, fue devuelto a la Provincia de Michoacán.[10]


BIBLIOGRAFÍA:
(APFM) Archivo Histórico de La Provincia Franciscana de Michoacán.
García Pérez, Rafael.  Colegio de la Purísima Concepción  de Celaya: Origen y Evolución 1617-1767, Tesis para obtener el grado de Licenciado en Historia, Universidad de Guanajuato, Guanajuato, 2006.
González González, Enrique. “La historia de las universidades en el antiguo régimen, ¿una historia de la Iglesia?” en: La Iglesia en Nueva España. Problemas y Perspectivas de Investigación, Serie Historia Novohispana 83, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010, pp.105-127.
López Tejeda, Florencio. La Universidad Real y Pontificia de Celaya, Consejo Consultivo Editorial del Bajío, A.C., Celaya, Guanajuato, México, 2008.
Luna Álvarez, Octavio; Muñoz Gutiérrez, Enrique y Rangel Cisneros, Maximino. Cronograma Histórico de la Provincia Franciscana de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo de Michoacán, Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, Celaya, Guanajuato, México, 2015.
Morales, Francisco (Coord.). Franciscanos en América. Quinientos años de presencia evangelizadora, México: Conferencia Franciscana de Santa María de Guadalupe, 1993.
Ricard, Robert. La conquista espiritual de México. Ensayo sobre el apostolado y los misioneros de las ordenes mendicantes en la Nueva España de 1523 a 1572, Fondo de cultura Económica, México, 2004.
Rubial García, Antonio. “Las órdenes mendicantes evangelizadoras en Nueva España y sus cambios estructurales durante los siglos virreinales” en: La Iglesia en Nueva España. Problemas y Perspectivas de Investigación, Serie Historia Novohispana 83, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2012, pp.215-236.
Velasco y Mendoza, Luis. Historia de la ciudad de Celaya, Tomo I – II, Imp. "Manuel León Sánchez”, México, D.F., 1947.
Zamarroni Arroyo, Rafael. Celaya, tres siglos de su historia con fundamento en documentos auténticos, Mexicana de Periódicos, Libros y Revistas, México, 1987.





[1] Ricard, Robert. La Conquista Espiritual de México, 1947, p.157.
[2] Acta de la Colocación de la Primera Piedra del Templo de N.P.S. Francisco de Celaya, febrero 2, de 1683 APFM: Fondo: Provincia; Sección: Conventos; Serie: Celaya; Caja: 1.
[3] José Luis Mérida. “Situación de las misiones franciscanas en América a finales del siglo XVII”, en Actas del II Congreso Internacional sobre francisanos en el Nuevo Mundo, pp. 650-653 en: Aguilera Garibay, María Lizbeth. Arquitectura del Clero Regular, Valladolid de Michoacán, -Siglo XVII-, 1998, pp. 79-80.
[4] Velasco y Mendoza, Luis. Historia de la ciudad de Celaya, Tomo I, 1947, p. 34 y 91.
[5] Testamentos de Ana Ortiz y Pedro Núñez de la Roja. APFM; Fondo: Provincia; Sección: Conventos; Serie: Celaya; Caja: 11, Número: 1.
[6] López Tejeda, Florencio. La Universidad Real y Pontificia de Celaya, 2008, p.19.
[7] APFM; Instrucción para que se gobierne el Teniente de Secretario, de la Real, y Pontificia Vniversidad de México, en la Ciudad de Zelaya’.  Fondo: Provincia, Sección: Conventos, Serie: Celaya, Subserie: Colegio de la Purísima Concepción, Caja: 12, Documento No. 8Artículo 1, f. 16, a, en: García Pérez, Rafael.  Colegio de la Purísima Concepción  de Celaya: Origen y Evolución 1617-1767, 2006, p. 110.
[8] López Tejeda, Florencio. La Universidad Real y Pontificia de Celaya, 2008, p.21.
[9] Velasco y Mendoza, Luis. Historia de la ciudad de Celaya, Tomo I, 1947, pp. 34-35.
[10] Luna Álvarez, Octavio; Muñoz Gutiérrez, Enrique; Rangel Cisneros, Maximino. Cronograma Histórico de la Provincia Franciscana de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo de Michoacán, 2015, p.82.

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